El gerente de la empresa me dijo “si quieres trabajar en Qatar, cierra la boca y sigue trabajando”. Esto cuenta un obrero metalúrgico que, como tantos otros, ha trabajado y levantado el estadio de Khalifa, donde se va a celebrar el mundial de fútbol que empieza el domingo próximo. Durante las obras de la construcción del estadio han muerto, según The Guardian, 6.500 obreros de Bangladesh, India, Nepal... que trabajaban en condiciones de esclavitud, que no podían abandonar el país y que recibían su salario con meses de retraso.

El mundial se va a celebrar en un país donde las mujeres no tienen derechos, donde la homosexualidad está perseguida y castigada, pero qué más da, el espectáculo es lo importante. La FIFA tiene que ganar millones y con ella todos los que viven del cuento del fútbol.

Aunque cada vez más entregados al “pan y circo”, aún quedan personas como Ibai Llanos, que rechaza ir al mundial y colaborar en el blanqueamiento de algo que, queramos o no, es una bofetada a las mujeres del país donde son ninguneadas, donde no tiene libertad, donde la homosexualidad, ya quedó dicho, está perseguida y castigada hasta con siete años de prisión.

Todo lo anterior seguramente lo habrás escuchado, leído o visto por la televisión, pero qué le vamos a hacer, el fútbol es el fútbol. ¿A qué estamos dispuestas a renunciar en nombre de los derechos humanos, de nuestra propia dignidad y de los demás? Que comience el espectáculo.