Hay muchas herramientas de labranza y máquinas que se utilizan en la agricultura, pero ¿te has fijado cuánto han cambiado en los últimos tiempos? Los aperos de labranza de nuestros abuelos y tatarabuelos se han convertido en adornos para casas rurales, en recuerdos de una época más natural, sí, pero mucho más dura, difícil y exigente. Unos tipos de máquinas agrícolas feas en apariencia y sin apenas medidas de seguridad, pero recias, sólidas y tan duraderas que pasaban de generación en generación cumpliendo perfectamente su labor.

No hablo de flechas, lanzas, hachas o raspadores, sino de las primeras herramientas para trabajar la tierra. Buscando un poco por Internet encontramos que las primeras herramientas agrícolas creadas por el hombre pertenecen al periodo neolítico, es decir: hace unos 8.000 años, quinientos arriba, quinientos abajo. En cuanto los humanos decidieron establecerse en un punto determinado comenzó la necesidad de contar con aperos de labranza, herramientas antiguas de agricultura para desbrozar el terreno, cortar el cereal, etc. Así, por necesidad, surgieron los primeros arados, las desbrozadoras, las segadoras manuales...

Uno de los primeros aperos agrícolas inventados por el hombre fue el arado. Los primeros arados surgieron en África en la zona que ahora conocemos como Egipto, hace unos 5.000 años, según unos historiadores y en torno a 3.500, según otros. Las primeras azadas eran básicamente una mejora de los aperos que se utilizaron durante miles de años para abrir la tierra y poner dentro las semillas, esos palos gruesos, primero, y azadas, picos y palas, después que rompían la capa superior del terreno para poder plantar los alimentos.

El arado marcó un antes y un después en la historia de la agricultura por dos razones importantes: facilitó el duro trabajo de romper la tierra seca y helada y mejoró la cantidad y la calidad de los cultivos al penetrar más profundamente en el suelo y poder sembrar a mayor profundidad y fuera del alcance de los roedores y los pájaros.

Los primeros arados eran muy rudimentarios, apenas unas ramas gruesas y puntiagudas que abrían surcos en la tierra empuñados por esforzados trabajadores del campo. Unos pocos cientos de años después entraron en escena los animales, bueyes o mulos a los que se enganchaban los aperos para profundizar más y mejor en la tierra y conseguir mejores resultados. Pronto a los bueyes se les unieron los caballos o cualquier animal domesticado que tuviera la fuerza y la paciencia necesarias para trabajar de sol a sol ayudando al agricultor.

El arado como herramienta agrícola primitiva no cambió prácticamente su diseño hasta que llegó una civilización que marcó un antes y un después en la agricultura: la civilización romana. Los romanos inventaron un apero de labranza que, si eres aficionado a la agricultura, seguro que conoces perfectamente: el llamado arado romano. El arado romano no sólo incorporó una pieza de hierro para profundizar en la tierra, también introdujo lo que ahora llamamos vertedera, esa pequeña pieza que ayuda al agricultor a remover mejor los terrones y preparar el suelo para la siembra.

El invento agrícola de los romanos mantuvo más o menos su innovador diseño hasta bien entrado el siglo XVIII, hasta que en 1730 se inventó el llamado arado Rotherham, un apero más triangular que aprovechaba mucho mejor la fuerza de tiro que se utilizaba por aquel entonces en Europa, el caballo. En los siguientes años, el desarrollo industrial fue imparable y afectó, como no podía ser de otra manera, al diseño y a la funcionalidad de todas las herramientas agrícolas antiguas, el arado incluido.

Así, en 1808 Robert Ransome inventó el primer arado fabricado totalmente en acero. En 1837 un humilde herrero llamado John Deere sustituyó las cuchillas de hierro fundido por otras de acero y, además, cambió la forma de su diseño para mejorar su funcionalidad. A principios de la década de 1840 se inventó el arado con ruedas y asiento para conductor. En 1847 se inventó el arado de discos, un apero agrícola revolucionario que no sólo prepara la tierra para el cultivo, sino que sirve para arrancar la maleza, pulverizar los terrones solidificados. Este arado de discos mantendrá su diseño y funcionalidad originales desde entonces y hasta hoy.

A partir de 1905, aproximadamente, empezaron a utilizar los primeros tractores enganchados al apero estrella de la agricultura de hoy y de siempre: el arado.
Hoy en día, el arado ha evolucionado y se ha reconvertido en diferentes máquinas que se adaptan a las necesidades del agricultor, maquinaria agrícola como los motocultores para los trabajos más duros y las ligeras y económicas moto-azadas Garland para pequeños trabajos en la huerta o en el jardín.