Que por mayo, era por mayo
Cuando hace la calor
Cuando los trigos encañan
Y están los campos en flor
Que era por mayo cuando los niños hacían la primera comunión, cuando ya debían haber aprendido el avemaría, la salve, el padre nuestro, el yo pecador, el credo… Que era por mayo cuando espigaban casi hombrecitos o mujercitas cuando Juanito Valderrama cantaba aquello de como una blanca azucena, lo mismito que un jazmín, mi niña va hacia la iglesia, a la iglesia de San Gil. Cuando los trigos encañaban había que hacer un esforzado banquete de comunión. Humildes banquetes de entonces, en los que reinaba la mortadela y asomaban tímidos el jamón y la Mirinda. El padrino le había regalado al niño sus primeros cinco duros.
Que por mayo, es por mayo cuando los campos en flor reciben atónitos la riada de romeros siguiendo la carreta de María Auxiliadora, ahora con más coches que caminos y más cervezas que oraciones, todo lo contrario que antes. Que era por mayo cuando se entresacaban -a mano- los mirasoles con los jornaleros asomados al balcón viendo llegar el verano con sus calores. Por mayo era cuando había que dejar atrás los pantalones -los calzones- cortos y adoptar los largos, en el peor momento del año, porque el niño era un mocito, con las canillas peludas, y no es cosa de que los amigos se burlasen de él. Era mayo y medio Fuentes estudiaba geografía asomado al recorrido del Giro de Italia.
Que era mayo lo cantaban a voz en grito, de patio en patio y de calle en calle, sorteando las fronteras de las tapias, los perfumes de los geranios, los claveles, las rosas y las damas de noche. Las mujeres de Fuentes tenían las mejores macetas del mundo. En las cocinas resonaban los morteros majando el tomate y el ajo para los primeros salmorejos de la temporada y de vez en cuando se colaba el sonido de las argollas corriendo las velas de los patios sobre un fondo de una voz de hombre celebrando aciertos y maldiciendo errores en la quiniela. Ay si aquellos hombres hubieran sabido cultivar quinielas como en primavera sabían cultivar mirasoles.

Que era mayo y ya no es cuando Paquillo Perea preparaba la máquina para segar las habas y la cebada gateando por los cerros San Pedro, cuando Antonio el Cachiporro hacía lo mismo e iba seguido de Peralta rebuscando las habas que dejaba atrás. Que era mayo cuando la romería pasaba por el Alamillo camino del castillo de la Monclova en aquellos años de mucha agua y, al llegar a los chaparros, deseando echar un trago de manzanilla y darle un pellizco a la tortilla de papas. Cuando el Lamparilla iba a coger caracoles al cerrado de los miuras para venderlos a los bares. Miguel el guardacotos prefería los espárragos tardíos, lo hacía con el rocío de la mañana.
Mayo, era por mayo florido y hermoso, hasta que un día amanecía turbio en las cabezas de los hombres, ataban una maleta con el jilillo de los sueños y con la manta liada a la cabeza buscaban una vida mejor en los tajos de Mallorca o Benidorm. Que se acabó el conformarse con los banquetes de mortadela y Mirinda, hoy trabajo, mañana ya veremos. Que mayo no era sólo una hoja en el calendario, unos primeros pantalones largos, un jazmín oloroso en el patio y una fotografía de comunión vestido de hombrecito, un misal y un rosario en la mano -el retrato de Franco siempre de fondo- más bonito que un San Luis.

Así habló Zaratustra, a lo que Kiko el Granaíno y Marcelino Mamurcia respondieron “yo me voy con la música a otra parte”. La otra parte era siempre la misma, Barcelona, Madrid, Mallorca, Benidorm… La música de fondo de aquellas conversaciones era siempre la retransmisión de las hazañas de los ciclistas Perurena y Luis Ocaña en el Giro. Unos fontaniegos aprendían geografía mirando la tele y otros con la maleta a cuestas picando billetes en trenes de tercera. Así aprendió geografía José el Gato, que de mayo a noviembre trabajaba a Suiza con una cuadrilla de italianos, con los que decía que era imposible hablar fútbol. José estuvo 22 temporadas en Suiza.
Que por mayo, era por mayo, cuando hace la calor... Cuando canta la calandria y responde el ruiseñor / cuando los enamorados / van a servir al amor. (El Romance del Prisionero, de autor anónimo, viene también a la memoria este mes de mayo a raíz del fallecimiento de Pepe Mújica, un hombre excepcional que por sus ideas sufrió largos años de prisión, como el autor de estos versos clásicos de la literatura española. Mújica acabó siendo elegido presidente de su país Uruguay. Sirva este artículo como sentido homenaje a este hombre bueno).