La reforma de la hacienda pública fue emprendida durante el reinado de Fernando VI por su ministro el marqués de la Ensenada, que además de las múltiples realizaciones que hizo para proteger la agricultura, fomentar la industria y el comercio, se dedicó a crear instituciones culturales como el Jardín Botánico, la Academia de Bellas Artes de San Fernando y el Observatorio Astronómico de Cádiz. Su mayor obra, sin lugar a dudas, fue la reforma de la hacienda pública para aumentar los fondos, aliviar a los contribuyentes y evitar los abusos de los arrendadores de impuestos, reducir los gastos cortesanos y los tributos onerosos que tan odiados eran por el pueblo. Para ello puso en orden el régimen contributivo y preparó las bases del futuro catastro en el que se sustentaría el nuevo sistema de impuestos. Hasta entonces, los españoles pagaban gran diversidad de impuestos, divididos en nueve clases.
El intento de Ensenada fue encaminado a establecer una contribución única y acabar con la complicada red de los impuestos que impedían la prosperidad de la agricultura y de la industria en las 22 provincias del reino de Castilla. Para poder llevar a cabo esta medida se hizo imprescindible realizar una valoración y un catastro de todas las riquezas del país. Ensenada puso las bases para el futuro catastro y casi duplicó las rentas del reino que si en 1748 habían sido de 53 millones de ducados (583 millones de reales), en 1754 alcanzaron la cifra de 90 millones (990 millones de reales). En una localidad como Fuentes, enclavada en la Campiña Sevillana y cuya economía se basaba fundamentalmente en la agricultura y en la ganadería, no nos es de extrañar que la riqueza se midiera tanto por la cantidad de tierras que se poseía, como por el número de cabezas de ganado del que se era dueño.
El estudio del catastro ordenado hacer por Ensenada en todos los municipios de España y perteneciente a la villa de Fuentes, si no nos permite averiguar con todo detalle las producciones agrícolas y ganaderas, sí nos aproxima bastante a la situación del reparto real de la riqueza a través del estudio comparativo de la distribución de la tierra. Asimismo, nos da datos para acercarnos a conocer la extensión de las parcelas de tierra que con mayor frecuencia se daba en sus pagos.
La primera aproximación a la riqueza de los habitantes de la villa de Fuentes nos puede venir dada por la distribución de ellos en propietarios de casas, ganados, tierras y sus posibles combinaciones. Por su estudio se puede deducir que, conforme se van haciendo más complejos los parámetros de medida de la riqueza, el número de vecinos poseedores va disminuyendo considerablemente debido sin duda al desigual reparto. Hay que destacar que, entre estos vecinos de la villa de Fuentes hay 429 que sólo poseen como único signo de riqueza la casa, que suele estar entre las de menor renta; 45 que son poseedores sólo de tierra, pequeñas parcelas, y 242 que sólo tienen como único recurso la ganadería. Estos últimos suelen ser jornaleros que poseen un jumento o una mula con la que se desplazan al lugar del trabajo. Asimismo conviene destacar que la nobleza, en líneas generales latifundista y cortesana, no es propietaria de ningún tipo de ganado ya que sus posesiones se centran exclusivamente en la posesión de bienes permanentes como casas y fincas o en el cobro de tributos ya que su residencia está situada fuera de la villa.

Es destacable también que el bien más extendido entre los clérigos sea la tierra. Generalmente son pequeñas parcelas con las que los habitantes más píos de la villa forman el patrimonio de las capellanías por ellos creadas. En Fuentes había 105, 67 regidas por capellanes vecinos de Fuentes y 38 por capellanes que residían fuera de la villa. Casi todos los capellanes forasteros vivían en poblaciones cercanas, salvo el caso especial de Juan Obeso, de la capellanía que fundó Hernando Sánchez que residía en la villa de Boadilla de Rio Seco del reino de León (actualmente en la provincia de Valladolid), en donde era presbítero. Los frutos que estas parcelas daban servían para que los capellanes titulares oficiasen actos litúrgicos por el bien de las almas de sus fundadores. Todas las capellanías estaban dentro de las denominadas laicales ya que eran formadas sin la intervención de la autoridad eclesiástica.
En Fuentes, siguiendo la tónica general de toda la parte occidental de Andalucía, el cultivo era extensivo, año y vez o al tercio, que permitía su uso con descansos alternativos de las tierras y paliar de alguna forma la escasez de abono natural y adaptarse a la climatología negativa de la región, con una fuerte y prolongada sequía estival. Se recurría a la mano asalariada extra-familiar de forma creciente a medida que es más extensivo el cultivo. Esto nos explica la presencia de 750 jornaleros en una población activa de 1.263 personas en total. Los campos eran abiertos y estaban dedicados a la utilización comunitaria ya que una vez que se habían retirado las mieses de los mismos se permitía la entrada del ganado para aprovechar los pastos y de alguna forma permitir el abonado de las tierras, excepto pequeñas parcelas de tierra destinadas a huertas, a viñas o plantados de olivos, así como las tierras del ruedo que producían una cosecha anual, generalmente de cebada.
El estudio de la posesión de las tierras nos permite ver claramente quiénes eran los grandes propietarios de la tierra en Fuentes. Tan sólo las tierras del común y las pertenecientes al marqués de Fuentes superaban la cifra de 1.000 fanegas (3.703 del común y 2.987 del marqués). Sin embargo, aunque la extensión de la gran mayoría de las parcelas pertenecientes al clero están comprendidas entre las 0 y 20 fanegas y tan sólo cuatro superan las 250 fanegas de extensión, el total de las tierras pertenecientes a este último estamento llegaba a alcanzar las 3.307 fanegas.
Todo esto nos permite conocer realmente que los grandes propietarios de las tierras del término de la villa de Fuentes eran el común, el clero y la nobleza, no difiriendo de la situación general de la parte occidental de Andalucía. Los vecinos seculares poseían las parcelas de menor extensión, la mayor parte comprendidas entre 0 y 20 fanegas y eran dueños de las 1.126 fanegas restantes. El estudiar la extensión de las fincas nos permite conocer que las 11.403 fanegas del término municipal se encontraban divididas en 585 parcelas que oscilaban entre las pequeñas del Ruedo, dedicadas a la siembra de cebada en berza, las del pago de Tierras Nuevas, dedicadas a cereales y olivar, que alcanzaban en algunos casos media aranzada de tierra (0,4 fanegas) y las 2.937 fanegas de monte alto, de tierra realenga perteneciente al común de la villa.
La escasez de tierras dedicadas a la producción de cereales y que no pertenecían a los grandes propietarios tradicionales, nobleza y clero, hizo que se roturasen tierras de pagos de monte bajo, que permitió obtener tierras a los desheredados de siempre. Así aparece la roturación de la zona denominada de Tierras Nuevas, situada hacia el nordeste del término, en una zona de tierras de mediana e inferior calidad, e incluso ocupada en muchos lugares por lagunas naturales, denominadas Las Romanas por estar comunicadas entre sí. Es en este lugar, junto a la zona denominada de Mata Elvira, donde se concentran la mayor cantidad de parcelas, que por otro lado son las de menor extensión, ocupadas por olivar, viñas y en menor medida, tierras de sembrar y que pertenecen en su mayor parte a los pequeños propietarios.
A las dos zonas anteriormente descritas se les puede añadir la zona del Ruedo o tierras limítrofes al pueblo, dividido en pequeñísimas parcelas y que constituía otra de las zonas ocupadas por parcelas que pertenecían a los 81 pequeños propietarios seglares y a los 17 clérigos. Los grandes terratenientes de la villa, clérigos y nobles, no explotaban directamente sus posesiones. Los nobles en general las arrendaban a un gran arrendador que a su vez las subarrendaba en pequeños lotes a los pelentrines o bien arrendaba directamente sus parcelas.
Este es el caso del marqués de Fuentes, que tenía divididas sus tierras en lotes de 8 fanegas, aproximadamente, que arrendaba a sus colonos. Poseía 29 parcelas de tierra: El cortijo del Pozo Santo, con 491 fanegas; el cortijo de los Cerrillos, de 180 fanegas; el cortijo del Algarbejo o Membrillejo, de 184 fanegas; el cortijo del Cariuelo, de 170 fanegas; el Cuarto de Viñas Viejas, de 128 fanegas; el Cuarto del Pozuelo, de 151 fanegas; el Cuarto de Guacharnilla, 192 fanegas; el Cuarto de la Prensa, de 152 fanegas; los Cuartillos de la Presa, de 26 fanegas; el Cuarto de las Pozuelas, de 26 fanegas; el Cuarto del Cerro Cuelgamuros, de 39 fanegas; el Cuarto de la Alfadrilla, de 92 fanegas; el Cuarto de Barreros Altos, de 72 fanegas; el Cuarto de Pozos Viejos, de 78 fanegas; el Cuarto de Pozos Moriscos, de 59 fanegas; el Cuarto del Palmarejo, de 28 fanegas; el Cuarto de Barreros Bajos, de 55 fanegas; el Cuarto de Gasta en Balde, de 35 fanegas; el Cuarto de la Palmilla, de 37 fanegas; el Cuarto de los Araillos o Arados del Cerro Gordo, de 280 fanegas; el Cuarto del Pilar, de 87 fanegas; Los Aradillos camino de Sevilla, de 269 fanegas; el Tajón entre los dos arroyos, de 9 fanegas; una Pieza del Ruedo, de 9,5 fanegas; el Cortijo de los Cerros de San Pedro, de 53,5 fanegas; otra Pieza del Ruedo, de 2 fanegas; una viña en Tierras Nuevas, de 3,4 fanegas; las Lagunas del Conde, de 30 fanegas y las Lagunas del Cuarto del Pozuelo, de 49 fanegas.
Todas juntas medían 2.987 fanegas de tierra. De ellas posiblemente estarían arrendadas a los vecinos de la villa en parcelas de 8 fanegas el Cuarto de las Viñas Viejas, con 16 parcelas; el Cuarto del Pozuelo, en 19; el Cuarto de Guacharnilla, en 24; el Cuarto de la Prensa, en 19; el Cuarto de Cuelgamuros, en 4; el Cuarto de la Alfadrilla, en 12; el Cuarto de los Barreros, en 9; el Cuarto de Pozos Viejos, en 9; el Cuarto de Pozos Moriscos en 8; el Cuarto de Barreros Bajos, en 7 y el Cuarto de los Araillos o Arados del Cerro, en 34.
Por el contrario, las grandes propiedades eclesiásticas se arrendaban en bloque para evitar tratar con muchos pequeños colonos y así, al evitar la quiebra del pequeño arrendatario, obtenían una mayor seguridad en sus rentas. Este es el caso de los cortijos de: el donadío de Pedro Gordo en los cerros de San Pedro, propiedad de hospital de la Misericordia de Sevilla; el cortijo de San Pedro de Albaladejo, propiedad del convento de San Clemente de Sevilla; el cortijo de los Álamos, propiedad del convento de la Concepción de Carmona; el cortijo de la Aljabara, propiedad del colegio mayor Santo Tomás de Sevilla; el cortijo de la Ricia, propiedad del convento de Santa Inés de Sevilla; el cortijo del Dinero, propiedad de la capellanía que fundó Hernando Sánchez de la que era capellán Juan Obeso, presbítero de la villa de Boadilla de Rioseco del reino de León; el cortijo de la Herradura, propiedad del colegio de Caballeros de Santiago de la Espada de Sevilla; el haza de Angostilla, propiedad de la parroquia de San Bartolomé de Carmona; el haza Ricacha y parte del haza de Angostilla, propiedad de la universidad de Beneficiados de la Ciudad de Carmona; el haza de Juan Perez, propiedad de la universidad de Beneficiados de Villanueva del Río.
Además de estas dos clases sociales, grandes propietarios de tierras, aparece una propiedad amortizada colectiva. Son los llamados bienes comunes y de propios. Los primeros los constituyen aquellas tierras que eran de común aprovechamiento de los vecinos. La villa de Fuentes poseía los siguientes: la dehesa de Cardejón, de 1.600 fanegas; una pieza de 26 almudes de tierra de secano en el ruedo de esta villa inmediato a ella; el cuarto de tierras llamado el Royuelo, con 160 fanegas de tierra; el Cuarto de la Caleras, con 56 fanegas; el Cuarto de las Encinillas, de 115 fanegas; el Cuarto de tierras llamado el Pozo de los Palos y Marcos, con 57 fanegas; la dehesa de la cañada de Zahariche, de 900 fanegas de extensión; la dehesa de las Yeguas compuesta por 700 fanegas; el monte alto y su tierra realenga de 2.937 fanegas, de las cuales 1.000 estaban pobladas de monte alto de encinas y chaparros, 1.800 de monte bajo de palmares y las 137 restantes eran improductivas por ser lagunas, un tributo a su favor de 19 reales y 32 maravedíes de renta por un principal de 600 reales sobre un molino y olivares en el sitio de la Camorras en el pago de Tierras Nuevas, tierras baldías en el palmar del Calvario de 50 fanegas, que sirve para descanso del ganado y sacar los granos; una pieza de tierra en el Ruedo de 12 fanegas, otra pieza de tierra en el pago de Tierras Nuevas, de 4 fanegas.
De ellas, cuatro pagos estaban divididos en parcelas de aproximadamente 8 fanegas cada una: El Cuarto del Arroyuelo, en 19 piezas; el Cuarto de las Caleras, en 8 piezas; el Cuarto de las Encinillas, en 15 piezas, y el Cuarto del Pozo de los Palos, en 8 piezas. Seguramente estas tierras eran arrendadas a colonos, igual que ocurría con los bienes de propios. La norma más generalizada para el arrendamiento de estas parcelas era la subasta, aunque en los datos consultados no aparecen las normas al respecto de esta cuestión. Por ello nos quedamos con la duda de lo que ocurría en este caso concreto.