El día 14 de junio por decreto de la Junta de Andalucía se celebra el día de la Memoria Histórica y Democrática de Andalucía. Para conmemorar este día en memoria de los que fueron perseguidos por pensar de forma diferente al ejército sublevado contra la República recordaremos a las mujeres perseguidas, maltratadas y fusiladas en el verano de 1936 en Fuentes.

Recordaremos que entre el 18 de julio de 1936 y primeros días de octubre del mismo año, en que fueron depuestos el alcalde y el jefe local de Falange por el informe emitido por el delegado gubernativo, Eduardo Benjumea Vázquez y formada una nueva comisión gestora municipal, se tomaban las decisiones de detener a alguna persona o decidir la muerte de otra por un comité formada por el alcalde, el jefe local de Falange y el comandante del puesto de la Guardia Civil.

Recordaremos que desde la sede de Falange Española todas las noches el comité local tomaba la decisión, sin más juicio, de quién moriría al día siguiente.

Recordaremos que en el periodo citado fueron fusilados 114 vecinos fontaniegos, entre los que había 26 mujeres.

Recordaremos a aquellas mujeres, madres, hermanas e hijas que murieron en represalia por no haber encontrado a sus maridos, hijos, hermanos, padres y novios en muchos casos. Mujeres anónimas que es necesario contar brevemente su historia. Porque sabemos sobre las mujeres del Aguaucho pero poco de estas últimas.

Recordaremos a Carmen Martín Torres, primera mujer fusilada que tenía 30 años y vivía en la calle Aurora, 16.

Recordaremos a Juana Aguilar Narváez que fue una de las primeras víctimas de nuestro pueblo y también una de las primeras mujeres que se enfrentaron al pelotón de la muerte. El caso de esta mujer es un tanto singular por su situación familiar. Era viuda de Rafael Flores, que se dedicaba al oficio de recovero y poseía un puestecillo en la calle Aurora. Al quedar viuda siguió regentando el puesto que tenía el matrimonio y con lo que sacaba le permitía alimentar a tres de sus hijos, Juan, Antonio y Agustín ya que el cuarto, el mayor, Manuel, estaba casado y vivía aparte, en la calle Caldereros- Enfermero Ramón Ignacio Barcia- y que pertenecía al PCE. Todos los días, miembros de la Guardia Cívica iban a su casa y a la de su hijo Manuel buscándolo, pero éste había huido en los primeros días de la contienda. Como no lo encontraban, un buen día sacaron de la casa de Manuel todos sus muebles a la calle y los quemaron. Ante el temor que reinaba en el pueblo, su hijo Agustín, el menor de los hermanos, dormía con ella todas las noches. Al seguir sin encontrarlo, una noche, un grupo de miembros de la Guardia Cívica se acercaron a su casa y la sacaron de la cama en la que se encontraba durmiendo con su hijo Agustín. Se la llevaron presa y al cabo de dos noches la condujeron al paredón y la mataron en la madrugada del día 4 de agosto. Parece ser que en represalia de no poder conseguir detener al hijo, detuvieron a la madre y como no confesó donde estaba el hijo, a pesar de las presiones y torturas a que fue sometida, mataron a la madre.

Recordaremos que a Antonia Caro Gamero la mataron porque acudió al presidente de la comisión gestora municipal a pedirle permiso para llevarle comida a su hijo Francisco Lora Caro, que estaba encarcelado y después fusilado el 24 de julio junto al alcalde, el primer teniente de alcalde y un concejal cuando eran conducidos a Écija. Según un testimonio recibido, parece ser que éste le contestó “que coma mierda”, a lo que ella, un tanto airada porque se referían a su hijo, sin poder contenerse, les dio una respuesta agria, inoportuna y violenta. Tras este suceso un grupo de falangistas fueron a su casa, en la calle Sol, la detuvieron, la encarcelaron y la mataron, el 5 de agosto. Tras su detención y muerte sacaron todos los muebles a la calle y le prendieron fuego. Le confiscaron la casa, aunque los familiares pudieron rescatarla tras varios años de luchar por esa causa. Su hija menor edad fue salvada porque su yerno se la llevó a su casa y la tuvo como si fuera la suya propia.

Dolores Hinojosa Talavera

Recordaremos a Dolores Hinojosa Talavera, casada y sin hijos. Su marido era recovero y ella se dedicaba a viajar en el tren comprando diversos objetos en los distintos pueblos por donde pasaba. Luego se dedicaba a venderlos en la tienda que tenía a los clientes. Hacía su recorrido desde Algeciras hasta a Córdoba o viceversa. Un día fue a la plaza a comprar algo y allí se comentó que iban a venir al pueblo las tropas de Queipo de Llano y ella dijo: “¡No temáis!, por Córdoba viene ya Largo Caballero”.
Seguramente ese comentario fue suficiente para que en la madrugada del 1 de agosto llegara a su casa la Guardia Cívica y la detuviera hacia la 12 o la 1 de la madrugada. Su familia, su marido y una sobrina que vivía con ellos, no la echaron de menos, pues se creían que había salido de viaje como era habitual, pero empezaron a sospechar de su ausencia transcurridos 2 o 3 días.

El día 5 de agosto fue llevada a La Campana y allí fusilada junto a otros hombres y mujeres. Una mujer de este pueblo pasó por donde estaban los cadáveres y la reconoció: “¡Anda, pero si es Dolores la Cachiporra!”. Fue a su casa, cogió una sábana y cubrió su cuerpo. Después vino a Fuentes y se lo contó a la familia. A pesar de que los familiares fueron a rescatar el cadáver, no se lo permitieron. Por tanto, ellos no saben dónde está enterrada. Esta mujer, a pesar de no tener hijos, se ocupó de numerosos sobrinos, debido a que su situación económica era mejor que el resto de los hermanos, con lo que se puede decir que era una verdadera matriarca. Por ello los sobrinos siempre pusieron su nombre a una hija.

El domingo que viene: Recordaremos (y II)