Una tarde de difuntos/

camino del cementerio/

se me ocurrió este romance/

de Bastianillo el Cabrero.

Cual la pólvora corrió /

la noticia por el pueblo/

Bastianillo el de las cabras/

dicen que se está muriendo./

No será otra falsa alarma?/

con esta ya van tres veces/

que aquel cabrero llamaba/

a las puertas de la muerte./

A las tres va la vencía/

dijo rotundo el galeno./

Bastianillo se nos muere/

no lo salva ni San Pedro./

Tal vez hace una semana/

en Sevilla... y  con dinero/

-Para llevarlo a Sevilla/

aquí, nunca hubo de eso/

-Pronto entrará en agonía/

puede durar día y medio/

mi presencia aquí ya sobra,/

así  que con dios les dejo./

-Qué se le debe doctor?/

-Son diez duros, pero bueno/

pronto tendrán muchos gastos/

con la caja y el entierro,/

con las misas y los curas,/

que no perdonan ni al muerto./

Yo, ya cobraré algún día/

si es que les queda dinero./

Al toque de la oración/

siguió un lúgubre silencio./

Después sonaron los golpes/

por Bastianillo el Cabrero./

A la mañana siguiente/

le llevaron el Santolio./

A mediodía murió/

y a la noche el velatorio./

Para velar al finado/

bastante gente acudió/

las mujeres treinta y cuatro/

los hombres cuarenta y dos./

Al toque de medianoche/

mientras sonaban las ánimas/

un silencio sepulcral/

en la habitación reinaba./

En la semi oscuridad/

y penumbra, que en la casa/

mientras dura el velatorio/

prescribe tal circunstancia/

tendido sobre su lecho/

cubierto con la mortaja/

la sombra del muerto adopta/

forma fantasmal y extraña/

y  las llamas del velón /

en su peregrina danza/

sobre la blanca pared/

la proyectan y agigantan./

Después, según la costumbre,/

le rezaron un rosario/

lo dirige la Condita /

los misterios va pasando./

Son cincuenta Avemarías/

gran sustento para el alma./

Para sustentar el cuerpo/

sólo tuvo veinte cabras./

Acabados los misterios,/

vinieron las letanías/

Kyrie eleison, Kyrie eleison/

Ora pro Nobis decían/.

Larga, como día sin pan/

es noche de velatorio./

Acaba al cantar el gallo/

y el muerto se queda solo./

Un entierro de tercera/

tuvo aquel hombre cabal/

con un mísero responso/

sin Gori Gori ni /.

Sale el fúnebre cortejo/

de la iglesia parroquial./

La caja llevan a hombros/

los parientes del Bastián./

El cura y el sacristán/

sueltan algún latinajo/

Diego el de la Pereíta /

carga con el Simpecao./

Hay una buena tirá/

de la Iglesia al camposanto./

Llegando al pozo la Reja/

el muerto pide un descanso./

Ya los espera Corrillo,/

tiene abierta la cancela/

y le dice,  Bastianillo/

aquí conmigo te quedas/.

Tristes quedan los rastrojos,/

tristes quedan los barbechos,/

tristes quedan por la muerte/

de Bastianillo el Cabrero.