¿Eran más difíciles las matemáticas o el latín? ¿Saberse la conjugación del verbo poseer o saltar el plinton y salir con los dientes indemnes? ¿Recitar de corrido los reyes Godos o traducir la guerra de las Galias? ¿Atravesar el zaguán sin pisar el suelo fregado por Juana, la mujer de Rabanito, o apedrear el gallinero de la vecina y librarse de una guantá del director? Todas esas preguntas carecen de respuestas simples porque dependen de la capacidad intelectual de cada cual o de su habilidad para escurrir el bulto en los momentos difíciles de la vida. Lo cierto es que pasar por el instituto de Fuentes de la calle Mayor entre los cursos 1961-62 y 1970, al que llamaban "colegio libre adoptado San Sebastián", dejaba un poso de cultura y capacidad de escaqueo imborrables.

Ingresar y salir triunfante del instituto de la calle Mayor, el pósito, era en los años sesenta obtener el cum laude de los colegiales fontaniegos. Las enseñanzas del instituto de Fuentes llegaban hasta cuarto de bachiller elemental, que se prolongaba desde los 10 a los 14 años. El bachiller superior, para el que se exigía tener cumplidos 14 años, lo crearon con la malsana intención de dejar Fuentes sin el cum y sin el laude. Seguro. ¡A ver quién, aparte de los ricos, iba a mandar a estudiar a Osuna o a Sevilla a un hombre hecho y derecho de 17 años! Para el superior había que irse a Écija, Osuna, Carmona o Sevilla.

En aquella época, la norma nunca escrita, pero aplicada de manera tajante, era que los niños y niñas, una vez cumplidos los diez o doce años, abandonaran la escuela para "arrimar el hombro" en la economía familiar. Dejaban de ser una carga para pasar a ser un alivio, una ayuda. Eso pudo haber cambiado en el curso 1961-62 con la creación en Fuentes del instituto, pero los comportamientos sociales, y especialmente las necesidades económicas, van por un lado y las culturales suelen ir por otra. Así que la mayoría siguió asistiendo a la única universidad de la calle, aunque la minoría pudo seguir desasnándose durante tres o cuatro años más sin tener que buscar otro pueblo.

El edificio del pósito en los tiempos que albergó el instituto

Títulos académicos aparte, el summun de la gloria era atravesar el arco del triunfo del instituto aclamado por los gritos de Rabanito cuando su mujer acababa de fregar el suelo. Ramón "Rabanito" vivía con Juana, su mujer, en la portería del centro educativo de mayor rango que hubo en Fuentes hasta 1970. Nadie sabía desde cuando ni el por qué, pero ocupaban dos habitaciones situadas a la izquierda de la entraba del instituto. En la puerta de su cuarto solían colocar un canasto con chuches, que la chavalería comprábamos durante el recreo. En esa misma parte de la izquierda, una escalera que conducía a las clases de primero y segundo de bachillerato. Tercero y cuarto estaban en el patio, a la izquierda, y los retretes al fondo. A la derecha del patio estaban las aulas de formación profesional, durante tantos años el patito feo de la enseñanza.

El instituto fue creado acogiéndose a una normativa ministerial por la que los pueblos que no tenían bachillerato podían crear "colegios libres adoptados", dependientes de un instituto cercano, que era el que tutelaba su enseñanza, examinaba y emitía los diplomas correspondientes. Todo el mundo hablaba de instituto, aunque su título era de colegio mixto y comenzó a impartir clases de bachillerato elemental bajo la tutoría del Francisco Rodríguez Marin, de Osuna. El antiguo pósito estaba ocioso desde que fue desalojado como escuela al construir nuevas instalaciones para los colegios públicos. El ayuntamiento asumió el mantenimiento y el sueldo de los profesores. Las clases eran gratuitas, aunque los alumnos teníamos que pagar una matrícula, que era de 370 pesetas para los cursos de primero y segundo y de 435 pesetas para los de tercero y cuarto.

A lo largo de una década, por las aulas del vetusto edificio del pósito transfigurado en desasnadero pasaron ilustres alumnos como Pepe Martín, Lola Flores, Fernando Ruano, Pepe Ricardo, Juan Fernández, Paco Aliaga, Estefanía López, Juan Fernández, Dolores Carrero, Antonia Caraballo, Caty Lora, Encarni Cabrera, Catalina Martín, Alfonso Verdún, Antonio Mata, Aurora Lora, Javier Fernández y Mari Carmen Zamorano. Y profesores como don Diego, el más emblemático, don Aquilino, que traía enamoradillas a las niñas y don Basilio, que caía muy bien a pesar de dar matemáticas. El cura Jesuli daba Religión y Vitoria Cámara, labores y gimnasia. Las asignaturas eran Matemáticas, Lengua y Literatura, Física y Química, Gimnasia, Religión, Labores, Ciencias Naturales, Latín, Formación del Espíritu Nacional...

Corría el curso 1964-65 cuando Pepe Martín Ruano, que con el tiempo se hizo maestro escuela y alcalde de Fuentes, empezaba su andadura en primero bachiller. Parece que fue ayer cuando tenía 11 años y rehuía a Rabanito haciendo travesuras con Narciso Fernández, Francisco Toledo, Julia Fernández, Rosario García, Rafael Caro Caballero, Nati Fernández, Pepe López Labella, Rafael Moreno, Manuel Guillén, Isabel Cabrera, José María Ruiz Barcia, Ángel Rodríguez y Cristóbal Osuna. Entre los cuatro cursos, en aquellos años podía haber setenta u ochenta alumnos a cargo de profesores como Francisco Luengo, Josefa Acosta, Melquiades, Juan Ruiz, Pedro Pérez, Manolo Gómez, Lorenzo Flores, Antonio Lora, Vitoria Cámara.... y, de sacerdote, a don Eduardo.

Las asignaturas que se impartirán durante los cuatro cursos, era: Lengua Española , Matemáticas, Geografía Española, Francés, Geografía Universal, Latín, Ciencias Naturales, Historia española y universal, Formación del Espíritu Nacional, Gimnasia y Religión. Pepe Martín aún recuerda el frío que pasaba en la clase de Gimnasia, en el patio con calzones de tela y camisetas de tirantes haciendo ejercicios de alineamiento, estiramientos de brazos, mientras el profesor les reprendía confortablemente enfundado en un cálido abrigo largo. Un día, durante el recreo, no se les ocurrió otra cosa que tirar piedras a la vivienda de al lado, por encima de la pared. El resultado fue alguna que otra gallina malherida o muerta y, lo que fue peor, una sonora tanda de guantazos del director que no lograron apaciguar las iras de la vecina.

Cuatro años más tarde, en el curso 1968-69, Pepe Gómez cruzaba por primera vez la puerta férreamente guardada por el cancerbero Rabanito. Ignoraba el conserje que aquel chavalín de diez años, espigado y vivaracho, estaba llamado a regentar una de las tabernas con más solera de to Fuentes. Cuenta Pepe Gómez que sus compañeros de clase eran José María Atienza, Pepito el Mojero, Antonia Lora, Gregoria y Blanca (mujer de Manuel Enri, que estuvo de maestro en la estación y fue uno de los promotores de la escuela hogar). Sus asignaturas más exigentes eran Lengua y Matemáticas. Aún no ha olvidado las irritaciones que cogía Rabanito cuando los chavales jugaban a la pelota en el patio del instituto.

En el curso 1969-70 comenzó sus estudios elementales María Aurora Martín Ruano, que después sería profesora de instituto, aunque en allí cursó sólo cuarto porque los demás los hizo presentándose por libre a los exámenes. Recuerda María Aurora que "la asignatura más difícil era Matemáticas". Llegaba a no mirar a la pizarra cuando don Basilio las explicaba. "Habíamos hecho un grupo de alumnos al que llamábamos el Casinillo. Nos sentábamos juntos y hablábamos y armábamos jaleo. Hasta que nos separaron, lo pasamos en grande. La reválida de cuarto fue una simple redacción que aprobé sin problemas". En el bachiller elemental no había evaluaciones. En junio venían los profesores del Instituto Rodríguez Marin de Osuna a examinar a los alumnos, que se lo jugaban todo a una sola carta. Si suspendían tenían una nueva oportunidad en septiembre y, si les quedaban asignaturas colgadas, tenía otra convocatoria en febrero. Con tres asignaturas suspendidas había que repetir curso.

Ese mismo curso 1969-70 estaba mi hermano Pepe Ricardo en primero, ahora jubilado. La alumna de su curso con mejoras notas era Antonia Caraballo. Cuenta Pepe Ricardo que antes de los años 60, para acceder a la carrera de maestro escuela sólo había que terminar el bachiller elemental, hacer revalida y pasar directamente a la escuela de Magisterio. Eso explica que hubiese maestros con 19 años. Pepe Ricardo conoció a uno de ellos, Manuel Manzanedo Guisado, de la Puebla del Río. Había nacido en 1940. En 1951, con 11 años, comenzó el bachiller elemental, que finalizó con 15 años. Hizo reválida, entró en la escuela de Magisterio, donde estuvo tres años, y con 19, en 1959, ejercía de maestro. Las asignaturas más exigentes eran Latín y Matemáticas. Los alumnos aprendían tanto que al acabar el bachiller superior traducían "La Guerra de las Galias" sin utilizar el diccionario.

En los tiempos de Pepe Ricardo, el director era don Juan Calvente. Doña Mari Carmen daba Literatura, don Pedro daba Francés y don Diego Romero de Solís daba Latín. A este último le llamaban "el aristócrata" porque decían que provenía de "familia de bienes". Y con esos apellidos... Don Basilio que daba Matemáticas, don José el Gallego daba Trabajos Manuales y Armía daba Gimnasia. Mi hermano fue de los que, conforme subían de curso, fueron cerrando el instituto de la calle Mayor. Él cursó cuarto en el curso 1973-74, año que dejó de existir el centro. El nuevo sistema establecía la EGB (de 6 a 14 años), el BUP (de 14 a 17 años) y el COU (18 años). Pepe Ricardo hizo revalida en Osuna, junto con su amigo Paco Aliaga, muchas veces haciendo autoestop.

Fuentes dejó de tener estudios de secundaria hasta el curso 1995-96, cuando se creó una sección del IES Vélez de Guevara en el colegio Santo Tomás de Aquino, que sólo impartía tercero y cuarto de la ESO. Esa sección pasó después al colegio Santa Teresa y el curso siguiente se amplió con el nuevo edificio y pasó a denominarse IES Alarifes Ruiz Florindo con el bachillerato completo y, un curso más tarde, Formación Profesional.

Han pasado más de cincuenta años y aún sigue siendo un misterio el pegamento con el que los profesores del instituto fijaban sus enseñanzas en nuestro cerebro. Como marcado a fuego nos dejaron aquello de que el vocativo del sustantivo rosa es rosa rosae; que el acusativo es rosam rosas; que el genitivo es rosae rosarum; que el dativo es rosae, rosis y que el ablativo es rosa rosis. Ignoramos qué demonios significa vocativo, acusativo, genitivo, dativo y ablativo, pero como éramos la hostia de disciplinados y a hostias lo aprendimos. Y punto en boca. Vocativo: rosa, rosae. Acusativo: rosam, rosas. Genitivo: rosae, rosarum. Dativo: rosae, rosis. Ablativo: rosa, rosis. ¿Rosa es un sustantivo, un adjetivo, un verbo? Si es un sustantivo, ¿por qué se conjuga como los verbos? Traducir un breve pasaje de La Guerra de las Galias sin consultar el diccionario era como haber luchado en las filas de la X Legión al mando de Julio César.