Vaya por delante este bello poema de San Juan de la Cruz:

Que bien sé yo la fonte que mana y corre

aunque es de noche.

Aquella eterna fonte está escondida,

que bien sé yo do tiene su manida,

aunque es de noche.

Su origen no lo sé, pues no le tiene,

mas sé que todo origen della viene,

aunque es de noche.

Sé que no puede ser cosa tan bella,

y que cielos y tierra beban della,

aunque es de noche.

Bien sé que suelo en ella no se halla,

y que ninguno puede vadealla,

aunque es de noche.

Su claridad nunca es escurecida,

y sé que toda luz della es venida,

aunque es de noche.

Sé ser tan caudalosas sus corrientes,

que infiernos, cielos riegan, y las gentes,

aunque es de noche.

El corriente que nace desta fuente

bien sé que es tan capaz y tan potente,

aunque es de noche.

El corriente que de estas dos procede

sé que ninguna de ellas le precede,

aunque es de noche.

Aquesta eterna fuente está escondida

en este vivo pan por darnos vida,

aunque es de noche.

Aquí se está llamando a las criaturas

porque desta agua se harten aunque a oscuras,

porque es de noche.

Aquesta viva fuente que deseo

en este pan de vida yo la veo,

aunque es de noche.

Me gusta la música. Escucho de todo tipo: clásica, pop, rock, folclórica, latina... Me suelo guiar por lo que me hace sentir según el momento, lo que creo que es bueno para mi. Me gusta Rosalía. Sin embargo me ha parecido que tiene un equipo de marketing que se confunde con su música haciendo un engranaje que no puedo discernir. Por ese motivo no me he interesado por sus opiniones. En estos últimos días no he leído sus opiniones sobre Dios o la relación con la mística o lo que sea que ha expresado en los medios, pero sí lo que otras personas han escrito sobre el disco que, junto al estreno de la película Los domingos, de Alauda Ruiz de Azúa, tanto han dado que hablar y escribir.

Con este artículo solo tengo la intención de poner negro sobre blanco algunas reflexiones que he ido haciendo a lo largo de estos días. Si el lector o lectora cree que no tienen el menor interés, puede dejar de leer y no perder el tiempo en tonterías tales como las reflexiones de una persona que le da vueltas a todo.

Vayamos por partes. En primer lugar, desde mi juventud, hace infinidad de tiempo, leo a Teresa de Jesús y a Sor Juana Inés de la Cruz. Desde que descubrí el podcasts de Las hijas de Felipe sobre monjas de los siglos XVI y XVII, lo sigo. No soy prácticamente ni creo en la Iglesia, esa institución en la que las mujeres solo son útiles si sirven a los hombres, una institución que protege a los pederastas, que no admite el matrimonio entre parejas del mismo sexo, pero que se sirve de esas mismas personas cuando le interesa. La verdadera espiritualidad está dentro de una misma, es una experiencia que no puede ser compartida a no ser que poseas un don tan extraordinario como la santa de Ávila o san Juan de la Cruz.

Los seres humanos tenemos la necesidad de encontrar en el silencio cósmico una respuesta porque nuestra mente ha evolucionado para entablar, observar, dialogar, cooperar con otras mentes y en tiempos de incertidumbres, cuando el futuro es incierto, incluso temido, necesitamos encontrar respuestas transcendentes. Hace un tiempo eran las filosofías orientales las que nos consolaban, nos siguen consolando. Ahora parece ser que es el dios de los cristianos el que nos salva. Tengo la sospecha de que bajo ese dios existen demasiados humanos. Allá cada cual con su creencias, todas respetables, siempre que esas misma creencias impidan tomar partido por causas justas, dignas que, a veces, ese mismo dios nos dice y que quedan olvidadas entre flores, candelabros y postureos.

Una fe en medio de estos tiempos revueltos es una garantía, pienso, de paz, pero no es algo que se pueda adquirir sin más. No se compra con una camiseta que ponga algo así como ”Amo a Cristo”. Definitivamente, creo. Yo también creo porque no tengo certeza científica. Los seres humanos tenemos una mente necesitada de las demás mentes y cuando nos llega la angustia, la soledad cósmica, buscamos, aun sin saberlo, eso tan inexplicable que suele llamarse dios, espiritualidad o transcendencia. Lo importante es que esto no nos aparte del otro, de la otra, de ese ser que sufre o que simplemente necesita de mi mirada, sea el que sea, venga de donde venga.