En junio de 1985, en una charla con mi amigo Cristóbal Osuna, me dijo: "He leído en el periódico ABC, que un médico anatómico, Sebastián Guerrero, nacido en Fuentes de Andalucía en el año 1716, fue el primero que empleó el vocablo "Tejido orgánico" como expresión de unidad elemental, en una época en que ese término medicinal aún no había tomado carta de naturaleza en Europa".

Durante años estuve investigando sin encontrar nada de este estudioso médico ilustrado fontaniego. Algunas veces conseguía documentos de Sebastián Guerrero Herrero y otras de Sebastián Herreros, creyendo que eran dos personas distintas. Tal confusión puede estar motivada por haber utilizado los dos apellidos en diversos documentos que se conservan en el “Archivo de la Regia Sociedad de Medicina y demás Ciencias de Sevilla”, de la cual fue socio destacado durante más de veinte años y donde desarrolló su más importante labor como director anatómico durante los años del siglo XVIII.

Sebastián Guerrero Herrero Reyna nació en Fuentes de Andalucía (que antes se llamaba Fuentes de La Campana, perteneciente a Sevilla), el lunes 28 de septiembre de 1716. Fueron sus padres: Juan Guerrero Martín e Isabel Reyna Gómez. Fue bautizado en la parroquia fontaniega de Santa María la Blanca, el miércoles 30 de septiembre de 1716, con el nombre de Sebastián Miguel, tomando los primeros apellidos de sus padres. Está inscrito en el Libro de Bautismos nº 13. Folio 204r. Copiado textualmente, dice como sigue:
«En la villa de Fuentes en treinta días del mes de setiembre de mil seiscientos y dies i seis años yo, -- Sebastián de Góngora Gutiérrez, cura de la iglesia parroquial de Sta. María La Blanca de esta villa exorsisé, christianisé y baptisé a Sebastián Miguel, hijo legítimo de Juan Guerrero i de Isabel de Reina, su muger, declaró la partera aver parido el día veinte y ocho del dicho mes, fueron sus padrinos Joseph de Atoche i Juana Rodríguez su muger a quienes avisé las obligaciones y espiritual parentesco y que enseñasen la doctrina christiana a su aijado. Todos vesinos desta dicha villa, fecho ut supra.
Firma: Sebastián de Góngora i Gutiérrez (rúbrica).»

Sebastián Guerrero Herreros empezó los estudios de medicina en la Universidad de Sevilla en 1738. A pesar de haber cursado los años necesarios en la Facultad de Medicina de esta ciudad, no pudo graduarse por su “notoria pobreza”, que le obligó a practicar dos años para cubrir los costes del grado en Medicina. Finalmente lo obtuvo el martes 21 de enero de 1744.

Según Antonio Hermosilla, en su libro “Cien años de medicina sevillana (La Regia Sociedad de Medicina y demás Ciencias, de Sevilla, en el siglo XVIII)”, en el 1741 obtuvo el grado de bachiller en Artes, en la universidad de Granada. En abril de 1744 solicitó la admisión en la Regia Sociedad de Medicina de Sevilla, institución que se caracterizó por su carácter innovador y de asimilación temprana de las ideas renovadoras de la medicina. Fue aceptado como socio supernumerario el jueves 21 de mayo de 1744, como médico revalidado, superando con éxito un examen consistente en exponer la osteología de la cadera y las causas, síntomas y tratamiento de los aneurismas. De inmediato se incorporó a las tareas que le encomendaban, convirtiéndose en un miembro dinámico de dicha corporación. En los meses de noviembre y diciembre presentó sus dos primeras aportaciones: “Los sonámbulos, sus causas y si admiten curación” y “Sobre la tos rheumática-convulsiva, sus causas, señales y curación”.

A menos de un año de su entrada en la Sociedad pasó a ocupar, como “coadjutor”, la plaza de número que había dejado libre Diego Gaviria, y este cargo lo consiguió sometiendo su solicitud a debate entre los socios de número, como era preceptivo. Desde esa fecha, participó activamente con otras cuatro disertaciones, de dos de ellas sólo se conocen los títulos parcialmente “Sobre las fiebres” y “Sobre el rheumatismo-escorbútico”. Sus actividades, como médico práctico, hicieron que se desplazara a Portugal, donde desempeñó sus labores de clínico en distintas poblaciones. Este hecho le obligó a ausentarse de Sevilla por espacio de catorce años y abandonar la Regia Sociedad de Medicina de Sevilla en 1747, aunque sin llegar a perder el contacto con ella, participando incluso en alguna ocasión en sus sesiones.

De vuelta a Sevilla, solicitó su reingreso en la citada institución, siendo admitido como socio el sábado 28 de noviembre de 1761, ocupando en ella distintos cargos de responsabilidad. Volvió a ocuparse de las sesiones anatómicas de la Academia como “diputado” y ejerció como examinador de médicos, cirujanos y boticarios en nombre de la Sociedad, encargándose, asimismo, de realizar los “Extractos de los trabajos literarios...” y su lectura posterior.

Ofreció su casa, cuando dicha entidad perdió los locales que poseía por el desalojado de los jesuitas tras la expulsión de éstos, celebrándose las sesiones literarias en su domicilio desde 1768 hasta 1771, fecha en la que la Regia Sociedad se emplazó en el Colegio de los Ingleses, locales cedidos por el rey Carlos III para la celebración de sus actos. El éxito profesional y la fortuna personal de Sebastián Guerrero Herreros Reyna tenían que ser notables porque, además, ofreció en 1770 sufragar los gastos que implicaban las llamadas "conclusiones", que eran sesiones públicas anuales en las que se defendían tesis, especialmente de carácter práctico.

En esta segunda etapa en la Regia Sociedad, redactó hasta nueve disertaciones, donde abordó distintos temas, como la histeria, cuyo origen uterino negaba, o una "epidemia catarral" padecida en Sevilla (1768), la esterilidad y las muertes violentas, entre otras. Seis de las cuales fueron publicadas en las “Memorias Académicas”.
Se imprimieron las relativas al tratamiento de enfermedades respiratorias con preparados de quermes mineral (1766), a la putrefacción de los humores (1772) y al texto hipocrático “De glandulis” (1786).

De todas estas "disertaciones" sobresale la titulada “De la putrefacción de los humores, y medios de corregirla”, que fue publicada en 1772, como ya se ha comentado. Partiendo de las obras de “Hermann Boerhaave” y de John Pringle, Sebastián Guerrero había llegado al convencimiento de que la "putrefacción" es un mecanismo patogénico de gran importancia. En consecuencia, se dedicó a investigarlo, reunió observaciones clínicas a lo largo de ocho años y realizó experimentos, en los que aseguró haberse gastado "más de veinte mil reales".

A partir del año 1776, su actividad dentro de la Regia Sociedad de Medicina de Sevilla empezó a declinar, presentándose diversas quejas por sus repetidas faltas de asistencia y dejación de sus obligaciones. El jueves 22 de mayo de 1777, reunida la Junta de la Regia Sociedad y tras someterlo a votación, se decidió borrarlo de ella: “(...) con harto sentimiento de dicha Sociedad y que se priva de oír a un sujeto de tan elevado talento”.

La mayoría de la obra de Sebastián Guerrero se desarrolla durante su pertenencia a la Regia Sociedad. El texto de mayor trascendencia, “Medicina Universal”, fue publicado en dos volúmenes (1774-1777). El primero, dividido en ocho capítulos bajo un estilo dialogado entre cuatro personajes, estudió la fibra como unidad elemental de la materia viva, asimilando los criterios empleados por Boerhaave, von Swieten y Haller entre otros, y acompañándose de gran cantidad de datos microscópicos y químicos. Las fibras musculares pasan de ser elementos puramente mecánicos a ser considerados con propiedades biológicas como la irritabilidad. Estas propiedades, como he dicho anteriormente, fueron observada por Sebastián Guerrero Herrero a través del microscopio y comprobadas en cuanto a su irritabilidad por distintas experiencias químicas.

En el “Discurso preliminar” incita al rey Carlos III para introducir los estudios de clínica en Sevilla, al igual que se habían iniciado en Viena por la emperatriz María Teresa y en Coimbra por el rey de Portugal, e incluso propone que un lugar apropiado para la enseñanza podría ser el Hospital de la Sangre en Sevilla, reuniéndose en él todos los hospitales de la capital.

Expresa, asimismo, su preocupación por la multiplicidad de sistemas médicos existentes, diciendo: “Se debe tener un mismo idioma, una doctrina, una uniformidad de tratar la naturaleza humana sana y enferma [...] que nos pongamos de acuerdo”. El segundo volumen lo dedica íntegramente a la viruela. Según Anastasio Chinchilla Piqueras: “Son tantas y tan interesantes las ideas que emite al exponer la historia general de esta enfermedad, que tal vez me atreveré a asegurar que no tenemos un tratado mejor escrito que el del autor. Puede asegurarse que en él se contiene todo lo más interesante que hay que saberse respecto de ellas, y que el lector hallara en este escrito cuanto desee y le interese saber”.

Falleció en Sevilla en el año 1779.