Ahora que está de moda hablar de una inteligencia artificial capaz de hacer frente a la natural sería bueno recordar otra inteligencia, la social, sin la cual el ser humano perecería sin remedio. La inteligencia social hace llevadera la convivencia y habitables los pueblos. Por desgracia, los zoquetes sociales, que son como los primeros ordenadores (imposibles de manejar) abundan como las setas. Fuentes debe de estar fifty-fifty en esto de las diferentes inteligencias. En Fuentes la eminencia en inteligencia social es Mariano Díaz Jiménez, Mariano el de la autoescuela.

Un portento relacionándose con la gente es este profesor de la autoescuela de Fuentes. De su dote para la otra inteligencia, la natural, habla el hecho de que haya optado por la bicicleta después de medio siglo enseñando a conducir coches. En esto de las ruedas, los hombres suelen ser capicúas. Empiezan en la infancia con las dos ruedas (algunos con cuatro por aquello de la seguridad) pasan a las cuatro y con los años vuelven a las dos. El club BTT de Fuentes es una reserva natural de capicúas. No les falta razón a los que sostienen que el ser humano crece hacia el pasado mientras transita los territorios inexplorados de la infancia, la pubertad, la adolescencia, la edad adulta, la madurez y, al final, vuelta a la infancia.

Mariano, señor del volante y siervo del manillar, tiene carisma y gusta de enriquecerse saliendo a conocer mundo. Porque no hay riqueza que abulte más en el zurrón que los tesoros encontrados en los atardeceres, en la tibieza del sol sobre las fachadas de los monumentos, en los sabores de las gastronomías locales, en la conversación con los aldeanos... Igual que Mariano en su bicicleta, el Danubio transita por Alemania, Austria, Eslovaquia, Hungría, Croacia, Serbia, Bulgaria, Rumania, Moldavia y Ucrania. Todos los caminos conducen a Roma, dicen, pero en realidad donde acaban todos ellos es en Santiago. Mariano ha perdido la cuenta de las veces que ha hecho el camino de Santiago en bicicleta. ¿Siete? ¿Ocho? Este mes de julio lo hará por octava o por novena vez.

Hay terratenientes y caminotenientes. Montañatenientes, atardecerestenientes, playastenientes... A ver quién es el guapo de Fuente que le gana a Mariano en posesiones adquiridas a fuerza de pedaleo. Del verdor de las montañas moteadas de pequeñas aldeas a los pueblecitos marineros, de Santillana del Mar a Comillas. Hospitalidad, gastronomía en mañanas soleadas o cargadas de niebla, atravesadas codo con codo, pedal con pedal junto a Luis Rafa y Esteban, los amigos llegados de Madrid y Valencia.

Unos andan el mundo en pos del santo Grial y otro del santo Cáliz. Mariano corrió media España en busca de la Jerusalén Española, la ciudad que alberga el Santo Cáliz. Hasta que lo halló en la catedral Valencia. Indurain es asmático y ganó el Tour cinco veces. Capacidad de superación se llama eso. Después de pegarse la pecha de trabajar, en la autoescuela, aunque cayeran chuzos de punta, allá iba Mariano a correr. Lo ha hecho desde que cumplió 17. El club de gimnasia de Fuentes le ha hecho un homenaje de reconocimiento cuando, con 54 años, por una artritis, tuvo que pasarse a la bicicleta. La rodilla ha llevado a Ezequiel por el mismo derrotero. Y la espalda a Manuel Jiménez Barcia "Peñasco". Mariano tiene 59 años y ha recorrido en bicicleta Alemania, Austria, Suiza, Holanda y Francia.

Mariano no fue nunca buen estudiante. Matriculado en nocturno del instituto San Fulgencio el año 1980-1981, repitió segundo de BUP. El pulso con las Matemáticas lo perdía casi siempre. Al final le sonrió la suerte al tocarle un profesor flexible, Cesáreo, que en el momento oportuno le dio en el brazo el empujoncito que necesitaba. Al siguiente le cayeron encima, como una maldición, las asignaturas de Literatura, Latín y Griego. Aprobó Francés, Geografía e Historia y Filosofía. En Filosofía era casi tan bueno como iba a serlo en el deporte y manejaba el concepto de "praxis" como quien paraba en un semáforo. Bebía los viento por la profesora Palmira, que daba Francés. Mariano ha sido siempre muy de amores platónicos. Y de los otros, llegado el caso.

Andaba siempre con sus amigos Manuel Caballero Fernández, buen estudiante, y Miguel Aguilar Urbaneja. El primero trabaja en la consejería de Educación y el segundo es conserje del colegio de la Puerta el Monte. También estaba su amigo Matito, un chaval muy humilde y recto. Izquierdoso, Mariano celebró en 1983 la expropiación de Rumasa y aquella mañana soleada, de un cielo azul cristalino, vino a darme la noticia con su Vespino blanco a la calle Ancha. Mariano recibió ejemplo de sus hermanos mayores, Pilar y Paco. Pilar aprobó unas oposiciones para el ayuntamiento. Aficionado a la Filosofía, Paco iba al instituto de Écija. Paco es profesor de Filosofía en Coria del Río y ha escrito la novela "El hijo de la Alemana".

Sobre la novela, Mariano le dijo a Paco "este libro que has escrito tiene muchos tecnicismos y en Fuentes no va a calar porque hay que leerlo muchas veces para entenderlo. Mariano es, de todos sus hermanos, el que más se parece a su padre, don Manuel, ecijano e hijo de un abogado. Compró el cine Coliseo y montó la autoescuela en un chalet al que no le falta un perejil: rampa de entrada, "arcancela", pista de aprendizaje que ocupaba todo el patio y, a la izquierda, aula para impartir el teórico. Los guasones de Fuentes le pusieron el mote de "chalet de doña Ruperta" porque estaba hecho con las calabazas de los exámenes de conducir. Doña Ruperta era en aquellos años la calabaza del programa "Un, dos tres", con Chicho Ibáñez Serrador, Kiko Legard, don Cicuta.

Villarino suspendió cuatro veces la vuelta real. Al gato lo habían suspendido en la pista y a Manolo Arropia lo suspendieron en el aparcamiento. a Manolo Arropia la vuelta real del carnet B2 de policías y taxistas. Qué malos tragos y nervios. Ríos, Castaño, José el Elviro, Chelillo queriendo quitarse aquel marrón de lo alto. Sacarse el carnet era una batalla campal. Que si el teórico, que si la pista, que si la vuelta real. La Ruperta disfrutaba de lo lindo y medio Fuentes riéndose de los suspensos.

Don Manuel, como su hijo Mariano, también era un hombre de gran inteligencia social. Se diferenciaban en que don Manuel era aficionado a una copita de coñac y Mariano prefiere el vino tinto. Don Manuel murió en 1984 y Paco y Mariano, aún muy jóvenes, tuvieron que hacerse cargo de la autoescuela. Contrataron a dos profesores: Manolo, de Cañada, que más tarde marchó a Canarias, y Fernando, de Écija, que daba las prácticas del B2. Ante la teoría, hubo quien se comió en clase una cajita de pastillas Juanola entera y hasta el envase rojo. Los guasones no tenían piedad con los que se veían obligados a repetir examen muchas veces. El machismo hacía furor contra las mujeres que se atrevían a intentarlo. El carnet en el año 1984 costaba unas 45.000 pesetas. Las clases teóricas de Mariano eran entretenidas y la mitad del tiempo se lo pasaban riendo.

Lo ocurrido a Mariano pone de manifiesto que al deporte se llega, con frecuencia, por caminos tortuosos, inesperados, hechos a base de tesón y grandes esfuerzos. El señor del volante y siervo del manillar lo hizo por el camino difícil del asma. A él le dijeron de chico que se olvidara del deporte y de los viajes legendarios por el mundo, que lo suyo tenía que ser transitar tranquilo por las calles de Fuentes en el mullido asiento de un Talbot Horizon enseñando a conducir. El asma maldita. Don Fernando, el profesor de Educación Física de la escuela de la Estación, le dijo que nada de esfuerzos. Hay consejos de profesores que hunden a cualquiera. Mariano tuvo el alma por el suelo hasta los 17 años, cuando decidió saltar la tapia mental que lo atenazaba y lanzarse al atletismo. Salió como un gamo y no sólo respiraba sin dificultad, sino que corrió la maratón de Sevilla. ¡Allá iba Mariano a to meté. Tanto corría que todavía no ha parado!