Corría febrero de 2023 cuando, después de varias reuniones con el Excel, nos dirigimos por primera vez por escrito un grupo de mujeres a la casa desde donde se gobierna obedeciendo para pedir una asamblea que eligiera directiva o, al menos, aclarar la fecha de la misma según los estatutos de la llamada casa de reposo. De esa manera comenzaba un escrito recibido a mi persona por la asamblea de mujeres del país allende las montañas. Conocí a algunas mujeres de la citada asamblea durante mis estudios de campo ya conocidos por las lectoras y lectores. Lo que no sabéis es que se trata de mujeres valientes a pesar de que el Excel y sus acólitos, especialmente el más próximo a él, tratan de crear en ellas una autocensura y yo diría que un miedo que le llevara a no molestar, a no ser visibles en la vida ciudadana. Les pido disculpas a ella, aunque no me lean, por no hablar sobre su activismo y empoderamiento en mis anteriores trabajos en el país.

Incluso llegando a recordar el currículo vitae y político de una de ellas, a la cual prestan mucha atención, no se sabe muy bien con qué intención. Incluso si en sus delirios han visto perfiles falsos en redes sociales donde no los hay.  Trabajo inútil. Las mujeres cuando se unen no tienen miedo. Estas mujeres se descubrieron libres y poco a poco aprendieron que el ser visibles, que molestar al poder no es otra cosa que luchar por sus derechos, por el bien común. Derechos que, por otro lado, las hace sentirse más vivas y alegres. Como decía Emma Goldman: “si no puedo bailar, ésta no es mi revolución”. Ellas han entendido que expresase en la fiesta, en la alegría, es una manera de ser libres, de ser compañeras y sentirse acompañadas y cuidadas por las demás.

Pero volvemos al escrito al que hacía mención más arriba. En él comentaban cómo, después de varios escritos y varias entrevistas con el Excel, en las que unas veces se hacían ruegos a veces, exigencias otras veces, siempre basadas en los estatutos de lo que allí llaman casa de reposo, sin tener respuesta alguna desde la casa donde se gobierna obedeciendo, un rayo de esperanza se había abierto ante ellas. Los escritos dirigidos al Excel, siempre fueron acompañados de firmas en la creencia de que avalaban lo expuesto, además de ser un reflejo de los deseos y, por qué no, exigencias que como ciudadanas y miembros de la casa de reposo tenían derecho a expresar.

Con las firmas estaban seguras de obtener una respuesta, pero nada de eso ocurrió, como bien sabéis. Si a esto añadimos que me habían llegado noticias hacía poco tiempo sobre cómo el Excel había hecho oídos sordos a una cantidad de firmas muy superior a las presentadas por la asamblea de las mujeres, no vi al principio motivo de esperanzas. Hasta que al seguir leyendo comencé a vislumbrar un lejano motivo para la esperanza de la que me hablaban.

El Excel, me escribían, había presentado un manifiesto donde se alababa las letras montañesas y que sería elevado a altas instancias y que solo el ir acompañado de las firmas de la ciudadanía daría valor y aprecio allí donde fuere. En comparecencia pública había invitado a la ciudadanía a afirmar el manifiesto, expresando la importancia de esas firmas que serían un aval imprescindible para surtir efecto allí donde fuere. “Estamos muy esperanzadas ante ese cambio de actitud del Excel, más tarde que pronto rectificará tanto en la cuestión de las firmas presentadas por un colectivo de ciudadanos y ciudadanas de las que habrás tenido noticias y ante las nuestras”. De esta forma terminaban su escrito las mujeres, no sin antes desearme lo mejor y recordarme que les debo una visita prometida en mi último viaje.

Desde aquí les digo a estas queridas mujeres que yo, como Emma Goldman, si no puedo bailar, ésta no es mi revolución y que voy a seguir siendo libre en la medida que esta sociedad nos permita serlo, aunque a veces tenga que rendir pleitesía al poder, pero siempre consciente de que lo estoy haciendo. Saludos y abrazos a las mujeres del país allende las montañas.