¿Sirve para algo la poesía, la pintura, la música, la escultura, el arte en general, en este mundo enloquecido, cruel, capitalista que hasta de la tristeza hace negocios y ganancias para los grande financieros? Esos que se ocultan bajo los tertulianos. Los especialistas en economía que hablan en un idioma pretendidamente científico. Esos que nos dicen que no hay alternativa, llegándonos a convencer. Esos que no dicen que en las horribles guerras sin corazón que vemos a través de la televisión y nos hacen sentirnos seguros en esta isla ciega y muda. Es la industria de armamentos la que se hace de oro con la muerte, el hambre y el miedo de inocentes.

Sí, sí sirve la poesía la literatura en general, la música, la pintura. El arte, ese que da voz a los que la perdieron, a los que nunca la han tenido. Tenemos que agárranos al arte, a la belleza, para no volvernos locas, para no caer en la tristeza.Tenemos que estar alerta pues, como dice la escritora Belén Gopegui, “los grandes medios de comunicación no son un tablón de corcho donde cada persona cuelga su aviso, sino que, como el uranio emite radiaciones, los llamados medios emiten su versión del asunto, su versión de la realidad”. Una versión con intereses ocultos la más de las veces y con el único fin de manejarnos y ganar poder y dinero. Para ellos somos números que producimos y consumimos para su propio beneficio.

Es necesaria la belleza. Esa que no se vende. La que habita en la mirada de una niña, de un niño, en la puesta de sol, maravillosas ahora en otoño, en la lectura de una poesía que nos habla con palabras que son habladas en mundos extraños, solo intuidos, sin posibilidad de ser habitados, solo deseados. Escuchar una canción que nos hace bailar o llorar. O ambas cosas. Somos seres necesitados del arte ya desde las pinturas que nuestros antepasados dejaron para que un día, al entrar en una oscura cueva, temblemos de emoción diciéndonos cómo nuestra especia, incluso los neandertales, sintieron la necesidad de expresarse a través de lo simbólico, del arte en definitiva, ante un mundo que no comprendían, que sabían lleno de peligros.

En estos tiempos tan crueles no podemos apagar la luz de la belleza. Desde todas sus formas, emocionémonos, vibremos ante el arte en cualquiera de sus expresiones. Intentemos ser felices sin necesidad de unirnos a los black Friday ni la madre que los pario, con perdón.