Un pueblo amigo de la infancia, ¿quién se puede negar a esto? Un espacio donde las niñas y niños puedan jugar en la calle a los juegos que desarrollan la psicomotricidad (el elástico, la comba, la pelota el pillar…) Juegos que no estén reglados, que sean las mismas participantes las que marquen la reglas o las no reglas. Por supuesto también jugar a juegos donde las nuevas tecnologías tendrían su papel (wifi gratis en calles y plazas). Un pueblo donde el espacio más alejado de otro está a quince minutos, tal vez veinte, no necesita apenas coches o espacio ocupados por estos en cada calle, en cada zona.

Puede que esté hablando de un tiempo que ya fue y no volverá, pero intentando la utopía es como se va mejorando la vida de los demás. El futuro no está escrito, a
menos que nos empañemos en hacerlo, entonces estaremos condenadas y condenados. Se pueden hacer propuestas para el pueblo amigo de la infancia, que incluso ya han sido llevadas a cabo en ciudades y pueblos con éxito: organizarse para que las niñas y niños vayan al colegio andando, reuniéndose en el camino con compañeras, compañeros, socializándose fuera del ámbito escolar, conociendo las calles, sus nombres, su aliento y ambiente, aprendiendo a amar el espacio que les pertenece.

Otra propuesta, ya apuntada más arriba, sería el poder organizar las calles para el juego, sin peligro, y no me estoy refiriendo al peligro oscuro del miedo, el miedo a veces imaginado de los adultos, sino el peligro del tráfico, del calor veraniego (espacios arbolados en las calles que sea posible, fuentes para beber en plazas como el paseíto de la Plancha, plaza del ayuntamiento, parques…) son ideas que van saliendo conforme vamos observando nuestro pueblo.

Tal vez todo esto parezca algo irrealizable, pero se puede intentar, no pensando en una infraestructura urbana como algo rígido, cerrado, sino con la posibilidad de
incorporar mejoras progresivas que no determinen funciones inamovibles. No se trata, como dice Pablo Sendra en “Diseñar el desorden”, de construir infraestructuras
nuevas, sino explorar estrategias para trasformar lo existente. Si queremos un pueblo amigo de la infancia debemos hablar con los y las protagonistas, debemos pensar en espacios donde se puedan desarrollar libremente, socializar libremente y soñar y amar su pueblo para construirlo en base a la verdadera vida.