El pasado mes de septiembre el sacerdote don Manuel de Azcárate Cruzado –quién fuera párroco de Fuentes de Andalucía desde 1985 hasta 1999–cesaba en su actividad pastoral tras una larga trayectoria de servicio a la Iglesia de Sevilla en distintos destinos. Ha sido a raíz de este hecho que, desde diferentes sectores de la población fontaniega, ha surgido la inquietud de emprender un reconocimiento público e institucional con su persona, como muestra de gratitud por la excepcional labor pastoral, caritativa y social desarrollada en sus años de ministerio en Fuentes, y que ha sido canalizado e impulsado desde la parroquia Santa María la Blanca. Para respaldar la solicitud se ha difundido por distintos comercios un formulario para la recogida de firmas.

En días pasados, una representación del Consejo Pastoral Parroquial, encabezada por el actual párroco, José Antonio Rivera, se reunió con el alcalde para trasladarle la petición de que el ayuntamiento de Fuentes, con vistas a las condecoraciones del Día de Andalucía de 2024, conceda a Manuel de Azcárate una mención honorífica de la villa y rotule con su nombre un espacio público, sujeto al reglamento de honores y distinciones.

Nacido en Palos de la Frontera (Huelva), Manuel de Azcárate cursó en Moguer sus estudios primarios, el bachillerato en el colegio de los Maristas de Huelva y, en Salamanca, la carrera de Filosofía. Allí sintió la llamada al sacerdocio y estudió los cuatro primeros cursos de Teología, que culminaría en el seminario de Sevilla, siendo ordenado presbítero en noviembre de 1979. Durante cinco años fue vicerrector del seminario de Pilas (Sevilla) y de allí pasó a la parroquia del Mayor Dolor en la barriada hispalense de La Barzola, donde estuvo un año, para llegar a Fuentes de Andalucía en 1985, de cuya localidad fue párroco durante catorce años.

Fue en estos años cuando desarrolló una intensísima labor pastoral en Fuentes con niños, adultos y mayores, revitalizando la vida parroquial y poniendo en marcha o reactivando los grupos de pastoral de catequesis, enfermos, Cáritas, limpieza, coro… Amante de los animales, de la naturaleza y del patrimonio, hizo de la casa de don Cipriano un centro parroquial al servicio de los distintos grupos y hermandades. Emprendió la restauración de numerosas obras de arte y logró la cesión de un terreno particular, contiguo al patio del Sol, para un almacén parroquial y un futuro museo de arte sacro, cuyo edificio quedó inconcluso; y en sus años finales tuvo que liderar la recuperación del convento de San José, cuya techumbre del presbiterio se desprendió en enero de 1997.

Con un celo incansable, creó y fue incrementando el belén parroquial hasta conseguir una interesante colección de figuras, que hoy permanecen. Una actitud de servicio y trabajo que se manifestó claramente en el engrandecimiento de las fiestas principales de la Iglesia, tales como la Vigilia Pascual y el Corpus, recuperando la procesión con la custodia en paso y el engalanamiento de las calles y bocacalles con los recordados arcos de ramas y flores. Pero más allá de los logros conseguidos de muros adentro, don Manuel es recordado en Fuentes por ese carácter abierto y cercano que le caracteriza y que le llevó a implicarse y emprender numerosos y novedosos proyectos.

A su amplísima nómina de monaguillos, para los que creó un espacio a modo de centro juvenil –la sala de los monaguillos– hay que añadir la extraordinaria relación con los jóvenes, a los que incluso impartió clases de religión en el naciente instituto "Alarifes Ruiz Florindo", por aquel entonces dependiente del "Vélez de Guevara" de Écija; así como es meritorio mencionar la prolífica labor vocacional de sus años, en los que varios jóvenes fontaniegos ingresaron en el seminario. Del mismo modo, la visita domiciliaria y el acompañamiento de mayores y enfermos fue una constante en sus años de vida en Fuentes, mostrando un enorme cariño, simpatía y proximidad.

Es imprescindible hacer especial mención al trabajo que desarrolló en el ámbito social, tanto en la ayuda, apoyo y solución de dificultades a familias con necesidades y desestructuradas, como con problemas de drogadicción. Fueron unos años muy duros en Fuentes con esta problemática y don Manuel acometió una ingente labor que le llevó incluso a acoger en su propia casa a personas con el síndrome de abstinencia, trabajando para la desintoxicación de muchos jóvenes con el "Proyecto Hombre", en cuyos centros eran acogidos. Desoladora etapa que culminaría con la fundación de la asociación "La Muralla", en cuya creación estuvo implicado y a la que se mantuvo muy ligado.

Estos son solo algunos de los méritos que avalan el reconocimiento público e institucional que muchos feligreses y ciudadanos fontaniegos piden para «don Manuel el cura», por mucho que él siempre se empeñe en que se le llame simplemente Manolo. Tras catorce años de una intensísima labor, en octubre de 1999 cesó como párroco de Santa María la Blanca y pasó como pastor de Santa Ana, en Triana, donde ha sido párroco de 1999 a 2011, para continuar su ministerio como vicario parroquial en la misma feligresía; y al fallecer el recordado sacerdote don Eugenio Hernández –muy vinculada también a Fuentes durante los años de Azcárate– tomó de nuevo posesión como párroco en 2018 hasta el pasado mes de septiembre de 2023.

Debido a su carismática personalidad y su recordada y fructífera labor, «don Manuel el cura» sigue siendo recordado y estimado por la feligresía y la ciudadanía fontaniega, con la que a pesar del paso de los años él no ha perdido el contacto ni el cariño hacia el pueblo y su gente. Ahora, a los veinticinco años de su marcha, los vecinos de su pueblo de Fuentes –como él mismo muchas veces lo define– piden a la corporación municipal que reconozca de manera institucional cuánto bien hizo por Fuentes y sus gentes y perpetúe su nombre en un espacio público del casco urbano.