“Mira, María Aurora, lo que pasa es que la ley de la violencia de género es un coladero de denuncias falsas contra los hombres por supuestos malos tratos. Lo que pasa es que hay muchas mujeres que tratan de aprovecharse de esa ley para conseguir ventajas y lo que yo digo es que nosotras no necesitamos jueces para ser iguales que los hombres. Ni necesitamos un Día de la Mujer para manifestarnos. Ya somos libres e iguales que los hombres y lo que no podemos admitir es que algunas feministas intenten ponerse por encima de los hombres. Eso es igual que una dictadura”.

Pongamos que habla Carmen, fontaniega emprendedora que se declara moderna, hecha a sí misma y votante del partido fascista, igual que su marido. Sin que nadie le diga nada, ella misma se hace saltar como movida por un resorte para aclarar que vota a ese partido por voluntad propia, no porque el marido la obligue. “Él no tiene nada que ver con eso”. Antes votaban a otro partido, pero también unidos a la hora de acudir a la urna. Siempre unidos, como Dios manda.

Como los comunistas buscan la destrucción de la patria, las feministas sólo intentan destruir a la familia. Dice Carmen que únicamente los ciegos no ven eso con claridad. “No quieren ver que existe una guerra contra las familias decentes, normales, para imponer las parejas de hecho o el concubinato. Que sí, que esta semana pasada han muerto cuatro mujeres a manos de sus parejas, pero eso no debe justificar que se persiga a muchos hombres con denuncias de falsos malos tratos”.
Añade Carmen que el origen de esa violencia es el fenómeno de las separaciones. Si no hubiese tantos divorcios no habría tantas mujeres muertas, separaciones provocadas por el libertinaje impuesto por los partidos de izquierda para acabar con las familias. Sostiene Carmen que la culpa de los asesinatos de mujeres no es de los maridos o ex maridos, sino de los partidos y de las organizaciones feministas que promueven la disolución de los matrimonios. A ella la educaron en el sometimiento a los designios divinos, entre los cuales está la resignación. Si te ha tocado un mal marido, te aguantas con él para toda la vida. Resignación cristiana.

Carmen asegura que no ha tenido obstáculos en los negocios por el hecho de ser mujer. Al contrario, al principio le ayudó su padre cediéndole la clientela y luego su marido “que ha sido siempre muy comprensivo conmigo”. Carmen no entiende que esa comprensión sea paternalismo o esconda una actitud de superioridad. “No he necesitado para nada a las feministas que quieren destruir a la familia con una igualdad que solo trae desigualdad. Yo soy igualitaria, todos iguales hombres y mujeres, pero respetando las diferencias, como va a ser igual la fuerza de un hombre a la de una mujer. La mujer es delicadeza, sensibilidad, intuición, el hombre fuerza, inteligencia práctica y otras cosas.

Cuando se le pregunta a Carmen a qué se refiere con “otras cosas” dice que “a qué va a ser, el hombre tiene necesidades que la mujer no tiene. Por eso nosotras debemos tener cuidado, no ir por ahí provocando, que luego pasa lo que pasa. Yo no digo que cada uno deje de vivir como quiera, pero respetando lo natural, las familias como tienen ser, dentro de un orden. Algunas se crean que los hombres no nos dejan mandar ni viajar, ni ponernos faldas cortas. Bueno, tampoco hay que ir provocando. Nada, que algunas ya ni madres quieren ser, cuando ser madre es lo mejor que nos puede pasar. Se lo digo a mis hijas, vosotras ser madres, pero con responsabilidad, creando una familia como Dios manda”.

Con los inmigrantes que vienen a España, mano dura, pero a su hijo que emigró a Londres, ni tocarlo con el Brexit. “Aquí tantos inmigrantes son un peligro para las familias y las mujeres solas. También esas que dicen que quieren llegar a casa sola y borracha. Yo a mis hijas les digo que cuando salgan tarde llamen a un taxi o que se queden a dormir en un hotel, que para eso su padre puede pagarlo. Mi marido es muy liberal, deja las niñas que salgan tarde, aunque le dice a mi hijo mayor que tenga cuidado con ellas.

A Carmen se le suelta la lengua con facilidad y no tiene en cuenta que los demás también tienen derechos. Tiene tres viviendas en alquiler, pero rechaza inquilinos que sean “negros, rumanos, gitanos, sudamericanos, lesbianas, maricones o gente rara. Solo gente decente y que tenga un sueldo muy por encima del alquiler·. Dice que hay que tener cuidado porque “ni de vacaciones te puedes ir porque esa gentuza te quita la casa “por menos de nada”.