Este reportaje desvela una parte del secreto mejor guardado de Fuentes: las tareas de restauración -aún sin acabar- de la casa de la calle Lora, popularmente conocida como de la señorita María. En Fuentes hay casas y casas. Ésta es de las más ilustres. Como hay albañiles y albañiles. Los Silleros son los mejores. En Fuentes se han hecho restauraciones y restauraciones. La que está haciendo un equipo de profesionales en la casa construida en el siglo XVIII por Alonso Ruiz Florindo es de premio. Lo es porque en ella están trabajado dos premios nacionales de restauración tradicional. Dirige la obra el arquitecto Fernando Martín Sanjuán, premio Rafael Manzano a la Nueva Arquitectura Tradicional. Le secunda el maestro carpintero Miguel Ángel Balmaseda, premio internacional Richard H. Driehaus de las Artes de la Construcción Artesanal.

Al lado de los laureados está Sebastián Pérez Gómez "Sillero", maestro albañil reconocido por la Red de Maestros de la Construcción Tradicional que, aunque todavía no tiene un premio nacional, todo se andará. Con José y Sebastián Sillero, una veintena de profesionales artesanos están dejando su huella en esta obra de arte colectiva, cuya duración superará los tres años. A la obra, que tiene prevista su terminación para antes de que acabe 2023, le queda realmente poco, aunque es probable que toque algunas semanas de 2024. El coste previsto es de 700.000 euros. Más el coste añadido de los "poyaques" y los retrasos provocados por los remates, que no van a ser pocos.

Pasillo que conduce al salón de la casa

La restauración de la calle Lora es de premio porque trata con respeto casi religioso cada centímetro de una casa hasta anteayer medio en ruinas. Premio por sacar del ostracismo una de las casas históricas cuyo abandono clamaba al cielo. Clamaban al cielo el imponente torreón en estado ruinoso, los frescos de su patio ocultos bajo capas y capas de cales, estucos y pinturas, la fachada -propia de un retablo de iglesia- dañada por años de olvido y el portón desportillado que recibe al visitante que desciende por la calle San Sebastián alucinado por la decadencia de un edificio tan representativo del barroco fontaniego.

Vista desde la calle San Sebastián, la fachada oculta el trabajo callado que hay en el interior. Será que la artesanía difiere de la albañilería industrial por la parsimonia, la lentitud, el silencio, la discreción. Nadie espere tropezar aquí con cuadrillas ajetreadas y ruidosas. Más bien todo lo contrario. Un solitario carpintero envuelto apenas por el sonido de un transistor que ofrece las noticias recibe al visitante. Extraña obra es esta. Sebastián Sillero emerge más tarde callado como un espectro salido de los abismos donde talla sus ladrillos. Como si ninguno quisiera alterar la solemnidad del lugar. ¿Es la obra de una casa, de una ermita, de un cortijo urbano, de una huerta sin alcauciles, de un torreón de Babel?

¿Un torreón de Babel, una ermita, una huerta?

Mano a mano, una veintena de artesanos ha hecho el milagro de devolver vida a la casa, ahora propiedad de Sebastián Urbán e Isabel Bermúdez-Coronel. La ejecución de la obra corresponde al aparejador José Luis Pérez Chamorro y a su hijo, arquitecto, de Urbipac. En esta selva de andamios, herramientas, bidones y cables, Sebastián Sillero es Harrison Ford en busca de la geometría perdida del ladrillo. A su lado, escondido siempre bajo la sombra del anonimato, José Pérez Gamero "Sillero" padre replantea la obra y derrama su enorme caudal de experiencia sobre cada rincón de una casa por fin rescatada del destierro de siglos.

Sebastián sigue los pasos de su padre, pero abriendo caminos nuevos sobre la huella dejada por los Ruiz Florindo. Hay en el aire algo solemne, mágico, como si aquí se rezara mientras se clavetea una puerta o se remata una cornisa. Debe sentirse algo parecido a lo que siente la bordadora del manto para una Virgen. Sebastián Sillero corta, talla, siluetea piezas de ladrillos que va recomponiendo este friso dañado o aquel pinjante manco. A su manera, borda un manto de ladrillo cuya geometría barroca va cubriendo los dinteles y arcos de este palacio.

Sebastián Sillero, artesano del ladrillo

El arquitecto Martín Sanjuán define la antigua casa como "un cortijo urbano con fachada espectacular". Como cortijo, algo rústico por dentro, aunque cubierto con una portada refinada. La restauración consiste en mantener todo lo posible el carácter original de la zona noble, levantar una nueva nave trasera para dormitorios y dotar los patios de un sistema de agua y vegetación que añada confort al conjunto. La cubierta del edificio estaba tan deteriorada que ha habido que reconstruirla por completo. No la viguería interior, que estaba en bastante buen estado. Parte de la carpintería ha sido salvada, aunque sometida a una intensa restauración, y parte hecha de nuevo, aunque respetando las técnicas del XVIII.

Uno de los elementos más espectaculares de la casa será el patio de columnas, donde irá una fuente central y serán recuperados los frescos que adornan los arcos y cornisas. Frescos en su estado de conservación actual, sobre los que han pasado tres siglos de intemperie y olvido, pero en los que las capas de estuco y yeso han hecho posible la salvación. De momento, el elemento de color de la casa, los frescos del patio y los dinteles en forma de concha de puerta y ventanas, siguen siendo un secreto. Las columnas, de piedra caliza, capiteles y fustes han sido trabajados por el artesano Rafael Fernández Aguilar. Alrededor de este patio se distribuyen el salón, el dormitorio principal, la cocina y el dormitorio de invitados, con ventana a la calle Lora. Todo el edificio está volcado hacia el interior, con los patios como ejes que ordenan la vida, peculiaridad de las casas árabes.

Balmaseda, Sillero y Martín, bajo la cubierta de "pares y nudillos" del porche  

Otro rasgo de la construcción tradicional andaluza es la importancia del agua, que se incorpora aquí como elemento nuevo y quedará plasmado en una albarca -no piscina- una acequia circundada por dos hileras de naranjos, una fuente y un pilón. El agua arrullará cantarina en el pilón y en la fuente, para correr mansa por la acequia sombreada y finalmente dormir en la serena alberca. Entre la acequia y la alberca, una impactante galería con artesonado de pino flandes armado por el artesano Miguel Ángel Balmaseda siguiendo las normas del libro "Reglas de Carpintería de lo Blanco y Tratado de Alarifes", escrito en 1633 por el marchenero Diego López Arenas, autor del artesonado de la parroquia de Fuentes.

La galería (En las fotografías de arriba y abajo) está hecha al modo de las "loggias" romanas, abierta como un porche soportado sobre columnas y dinteles de madera como apoyos de una cubierta tradicional de “pares y nudillos” y ladrillos tendidos por tabla. Entre las aguas de la acequia, a la izquierda, y la alberca, a la derecha, este porche servirá de paso a los dormitorios en invierno y de comedor sombreado en verano. En la fotografía de abajo se puede apreciar, al fondo a la izquierda, la alberca ya terminada. Dice el arquitecto que si la fachada de la calle Lora es la luz exterior de la casa, los patios y el jardín son la luz interior, la emoción, la magia, los perfumes. El agua es la vida que fluye, corre, canta.

El brocal de la alberca, oculta detrás de los andamios

Artesanos para una restauración escrupulosa. Para los ladrillos, los Silleros de Fuentes. Para los hierros, los Rodríguez de Écija (Alberto padre y Alberto hijo) Para la cantería, el también ecijano Rafael Fernández. Y para la pintura, el fontaniego José Manuel Lora. Casi toda la solería ha sido instalada de nuevo, excepto el cuerpo de calle, con ladrillo ecijano de taco de tejar de 15 por 30, dispuesto en espiga sobre suelo radiante. Geometría clásica, confort contemporáneo. Los enfoscados, en mortero de cal tradicional. Aquí no hay materiales de catálogo, sólo de polvero tradicional.

Las paredes medianeras han sido elevadas para contener los volúmenes de las casas anejas. Una de ellas, que linda con la tienda, reforzada con tres "pies amigos" que soporten los empujes, cuyos vanos serán tomados por la fronda de jazmines azules, blancos y buganvillas. Los patios del pilón y de los naranjos con acequia quedan separado por el arco de una puerta de alcázar. ¿O es de la Justicia y esto es la Alhambra? No, fue un cortijo urbano que ahora pasa de la ruina a casa palacio bien vestida. Regada de agua y regalada de ladrillos. Aquí no hay tuneo, sólo artesanía, toda la fidelidad posible con el original. Artesanía desplegada en 1.200 metros cuadrados de vivienda. Una obra de arte, de premio, para una casa excepcional.

Balcón del cuarto de invitados con vistas a la calle Lora

Fuentes presume así de haber llevado a cabo recientemente tres grandes restauraciones de edificios históricos: el ayuntamiento, la casa palacio del número 1 de la Carrera y la casa de la señorita María en la calle Lora. Quedan edificios de similar importancia por restaurar. El antiguo Pósito de la calle Mayor, por ejemplo. O la casa natal del primer marqués del Nervión en la misma calle. A continuación se pueden contemplar algunas imágenes del interior de la antigua casa de la señorita María.

El alarife José Sillero y el arquitecto Fernando Martín revisan el proyecto de obra
El torreón y el patio vistos desde uno de los dormitorios
La loggia, vista desde los dormitorios
El carpintero Balmaseda, junto a una de sus obras
Ojo de buey que alumbra uno de los dormitorios