Leo en la prensa que el Grupo de Expertos contra la trata de Seres Humanos del Consejo de Europa (GRETA) critica la "inacción" de las autoridades españolas ante las condiciones en las que viven los trabajadores inmigrantes del sector de la fresa en Huelva y la explotación laboral allí existentes. No es la primera vez que leo noticias como esta.

Hace tiempo que se alzan voces denunciando estas mismas condiciones: “Las mujeres vienen con la condición de permanecer en España solo a lo largo de la campaña, teniendo sus permisos una duración de 5 o 6 meses, que es lo máximo que se extiende la temporada. Después deben volver a su país de origen para no quedarse en situación irregular. Las mujeres que son despedidas tras el período de prueba de 15 días, se quedan en situación irregular y muchas acaban alojándose en chabolas” (El salto, julio de 2022). Esta situación no ha cambiado como atestigua el GRETA.

No, no es el gobierno central el que está creando un rechazo a los frutos rojos de Huelva en Europa, son las condiciones inhumanas de las trabajadoras de los frutos rojos los que crean rechazo en Europa. Esto, unido el desastre que se cierne sobre Doñana, donde el gobierno de Moreno Bonilla se empeña en sostener, en contra de expertos, científicos, ecologistas y toda persona lógica, una política que promete agua donde no la hay. Moreno Bonilla mira sólo en lo inmediato, sin pensar en un mañana que llama a la puerta cada vez con más fuerza diciendo que no se puede pretender exprimir los recursos sin pagar la factura, una factura tan elevada que nos dejará arruinados para siempre.

Es eso lo que daña la imagen de los frutos rojos y lo que me alejó a mí definitivamente de su consumo. Consumía fresas, igual que todas las frutas de temporada, hace tiempo, pero cada vez lo hacía menos porque no tenían sabor. lo mismo que tantos y tantos productos de la tierra forzados a crecer antes de tiempo en abundancia, bonitos en apariencias. Nuestro afán por tenerlo todo, en todo momento, venga de donde venga y sin respetar las estaciones.

El consumo nos va destruyendo mientras creemos que somos invencibles. Más tarde, conforme iba teniendo conocimiento de las condiciones de trabajo de las mujeres marroquíes (casi todas son de ese país) y del problema de Doñana, que viene de lejos, decidí no consumir fresas. Las he comprado una sola vez y con la garantía de que eran de producción ecológica en su tiempo estacional y en condiciones dignas de trabajo. Por cierto, estaban riquísimas.