Miro mi imagen en el espejo, no sé si veo a mi doble o el doble de mí. De manera simétricamente disimétrica, tenemos todos o casi todos los órganos duplicados. Dos ojos que nos permiten ver el mundo, su belleza y su miseria en tres dimensiones y calcular la distancia hasta el infinito. Dos oídos nos permiten escuchar a Bach, aunque también a Sergio Ramos con sonido estereofónico. Saltan chispas entre los dos hemisferios de nuestro cerebro. En uno habita la utopía y se inventa lo imposible, aunque de la utopía a la quimera sólo hay un paso. El otro hace las cuentas, pone los pies en el suelo y a menudo se hunde en el barro.
San Agustín venía a decir: Yo soy dos y estoy en cada uno de los dos por completo. Con frecuencia tengo que buscarme, a veces no me encuentro. No quiero imaginar qué pasaría si el filósofo tuviese razón. Como todos, me debato entre la razón y la pasión, es la lógica contra el deseo. La oscuridad se opone a la luz, el Yin al Yang, pero a veces el Yin se enfrenta al Yin y en esa batalla no hay victoria porque no se ven errores, no hay antítesis ni autocrítica.
Los taimados suben mientras bajan, los neutros no son blancos, ni tintos, ni tienen color, están de acuerdo con todo y también con todo lo contrario, siguen el tránsito del Sol del verano que más les calienta. Cuando los ególatras de cerebro pulido y compacto llegan al poder, usan la dualidad orgánica para imponer la testosterona a la razón ¡“Con un par”! Acaban por fracasar, pero mientras tanto destrozan todo lo hermoso, todo lo frágil. Luego van pasando los años y nadie recuerda nada, así que volvemos a la casilla de salida y se vuelve a imponer la solución de lo simple. Más que en una siesta reparadora dormimos un sueño eterno, siguiendo obedientes la máxima de: al pueblo pan, fútbol y Amazon.
Pienso en la complejidad literaria de nuestros mitos. Don Quijote se enfrenta al mundo y sus gigantes, soñando con acabar con la injusticia. Mientras, Sancho sueña con un bocadillo de chorizo, a él se le escapan las tribulaciones que afligen a Don Alonso. Mitad caballero, mitad escudero, mitad prosa y mitad verso, así somos las personas. Santos y diablos, honrados y ladrones, astutos e imbéciles, pero sobre todo somos gregarios.
Los inventores del individualismo sabían lo que hacían. Sabían la tendencia humana a copiar, a emular, a la pereza mental y que la mayoría odia que el pescado tenga espinas y prefiere la papilla, mucho más cómoda de tragar. La masa debidamente anestesiada sigue al chamán que le convence de que la esencia está en el individuo, que el egoísmo es la única forma de supervivencia. Ande yo caliente y muérase la gente, hasta aquí no llegan las bombas.
Acabemos pues con el pueblo, con la sociedad, con el derecho, que impere la ley del fuerte. “Liquidemos el estado ladrón que pone normas contra el abuso”, dicen los superhombres con capacidad de liderazgo. Genios que heredaron su fortuna, militaristas que no hicieron ni la mili, cristianos que odian a los cristianos que no les dan la razón y de paso a todos los creyentes de otras religiones. Madrugadores que se despiertan a medio día, empresarios hijos de fulano, racistas negros, homófobos homosexuales, mujeres machistas, subvencionados que critican las “paguitas”. Todos certifican la muerte de la inteligencia y la decencia. Son los tuyos o los míos, apriétense las filas, que no corra el aire. Los filtros polarizadores hacen desaparecer los reflejos, dejan pasar la luz en una sola dirección elevando el contraste, no hay más luz que una. El espíritu de la fotocopia arrasa.
Pienso en lo distintas que somos las personas, el color de la piel, los rizos del pelo, la anchura y longitud de la nariz. También tenemos disparidades culturales insalvables, unos comemos con tenedor y otros con palillos. Estas diferencias abismales son suficientes para odiar al distinto. Los nazis querían acabar con los judíos, los israelíes con los palestinos, igual algún día, si sobreviven, los palestinos quieren acaban con los inuit. Los seres humanos tenemos las mismas cadenas de ADN, de hecho compartimos hasta un 97% de genes, pero no con personas diferentes, sino con los ratones comunes. Entre personas no hay dispares, salvo en bondad, generosidad y empatía.
Soy un tipo de pura raza mestiza, soy Y pero también X. Soy un andaluz de Granada, un español, europeo, latino, iberoamericano, mediterráneo, moreno encanecido, bigotudo, fotógrafo y me gusta la carne poco hecha, suficiente para ser fusilado al amanecer. Estamos pasando del disenso al odio visceral.
Somos duales y contradictorios, pero siempre podemos elegir el lado justo. No hay, no puede haber, equidistancias ante el genocidio. Pero mientras muere gente, algunos se esmeran en ordeñar el diccionario buscando palabras que justifiquen el horror.