Nos cuenta la investigadora y ensayista Remedios Zafra que cuando estudiaba en la universidad y buscaba unos zapatos cómodos y que también fueran bonitos, todos los zapatos de su número “afinaban su punta, tenían frágiles tacones de distintos tamaños”. Parecían, sigue diciendo, “haber sido diseñados por personas que nos odian”.

Estos días, recordando mis nochebuenas y nocheviejas, cuando andábamos abriendo puertas y derribando muros sin casi darnos cuenta, solíamos salir al paseíto la Plancha a tomar las uvas y luego íbamos al Catalino o a la discoteca con bufandas, pantalones vaqueros y abrigos de lana. ¡Aún hacía frío en invierno! Todavía podíamos calzar zapatos con los que bailar toda la noche y volver a casa con pasos ligeros, en amaneceres en los que nacíamos a la libertad y al desafío de un tiempo nuevo, al menos para nosotras.

No, no estoy reivindicando aquello de cualquier tiempo pasado fue mejor. Soy consciente de los avances que las mujeres hemos alcanzado pero, cuidado, los derechos no son un don que se conceden graciosamente. Hay que pelearlos, conquistarlos y conservarlos cuando los vientos soplan en contra. Desde hace un tiempo, venimos observando cómo entre la población adolescente vienen surgiendo unas actitudes que, envueltas en libertades, solo son formas patriarcales de comportamiento y pensamiento.

Observamos que son las actitudes masculinas las más valoradas, las que son adquiridas por jóvenes de ambos sexos como gerentes de la libertad, en un engaño donde sin darnos cuenta admitimos como natural, como “siempre ha sido así” lo que no es más que un dominio del patriarcado.

El pasado mes de diciembre ha sido un mes negro para nosotras las mujeres: 13 mujeres asesinadas en 28 días. Nos vamos acostumbrando a cifras sin más, sin pensar en las vidas que terminaron a manos de sus exparejas, parejas parientes, por el hecho de ser mujer. No es casualidad que todo esto ocurra cuando la extrema derecha va calando su discurso antifeminista, cuando vamos aceptando que los zapatos de punta fina y tacones imposibles nos hacen más bellas, más apetecibles, ofreciendo el cuerpo femenino como ajeno a nosotras mismas.

Todo está conectado. Sí, es lícito usar zapatos que nos hacen más altas, más guapas y más todo, pero cuidado, no es el fin de un cuerpo de cada una, éste es propiedad de cada persona irrepetible, nunca del otro, del que se cree con derecho a usarlo, controlarlo y hasta a destruirlo. Calcemos y vistamos aquello que nos hace sentir bien y libres, unamos nuestro esfuerzo por conservar y aumentar los derechos que como personas nos pertenecen y condenemos con toda la energía posible los crímenes machista y esa educación donde, igual que en la película “La cinta blanca”, va incubando lo que mucho después aflora como violencia y dominio de unos contra otras.