Al repasar viejas fotos de la feria de Fuentes, no sé por qué, lo primero que viene a la memoria son aquellas tabletas de turrón duro, del puesto de la Genara, ella y su marido de Écija, que se establecieron en la calle Palma para convertirse en dos fontaniegos más. Ponían su puesto en el Postigo y tenían tal don de gentes que mi madre no se atrevía a comprar en otro de los muchos puestos de turrón, de Lucena o Écija, que concurrían todos los años. Yo prefería el duro de almendras, mi madre el de Alicante (blando) y mi padre el que fuera que tuviera chocolate.

En la parte ancha de la acera de la Hermanas de la Cruz siempre instalaban un tiovivo (carrusel, "güitoma" o "volaoras") de donde no me movía hasta que me subieran, después de escuchar la discusión entre mis padres por la posible peligrosidad del artilugio, movido por una manivela que giraban entre dos hombres. Con mis dedos pegados por el almíbar del turrón, me cogía a las cadenas y no las soltaba hasta repetir un mínimo de dos o tres viajes.

Al lado de "la volaora" también había siempre unos columpios en forma de barcas de madera, sostenidas por cuatro barras de hierro, que permitía a algunos mocitos fuertes y atrevidos dar la vuelta completa de campana. Como nunca me permitieron subirme, me pasaba las horas mirando y esperando que se volviera a repetir otra vuelta completa (las barcas tenían unos huecos, de unos 5 centímetros aproximadamente en cada lateral, por donde sacaban la punta de los zapatos para sostenerse en la voltereta. Años después, con el desarrollo de los motores, venía el tren chiquetito, el látigo, los coches de choque, la ola, etc. Cada año más atracciones, más sofisticadas y más emocionantes. Conforme fui cumpliendo años, fui escalando en el acceso y disfrute de estas atracciones.

Después, ya con mis padres desesperados, entrábamos en la caseta, donde el desesperado era yo pensando en repetir una vez más en los cacharritos. Por la tarde, de la caseta pasábamos a la plaza de toros, increíble montaje de madera sostenida por un laberinto de puntales (tenemos que dar gracias a Dios de que nunca hubiera derrumbes o desastres, como ocurrían casi todos los años en las ferias de otros pueblos). En aquella plaza debutó Jaime Ostos de novillero. También vi a Ángel Peralta y otros famosos de la época que no recuerdo.

Después de los toros, a casa, un fugaz lavado de manos y cara, un tentempié y "a los cantaores" en el cine de Doña Mercedes que gestionaba la primitiva Caja San Fernando, en la calle Caldereros. Me abrió una cuenta con cien pesetas que me regaló ella, o la Caja, y me dio una alcancía metálica, negra, con llave, y el Mosquito, que estaba en la calle de la Huerta, frente a la Barrosa, pared con pared con el molino de aceite de la calle Ancha con la calle Mayor. Allí vi actuar a figuras como Pepe Machena, Juanito Valderrama, Dolores Abril... Aunque, la verdad sea dicha, yo solo veía el comienzo de la primera interpretación; después de una jornada tan intensa y agotadora, caía fulminado en los brazos de Morfeo. El regreso a casa era en brazos de mi padre (tuve la suerte de que en aquellos años era joven y muy fuerte).

Un poco mayor, tuve mi caballo, con el que echábamos carreras con mis amigos José Antonio Lozano y Juanito el hijo de Jesulito el Notario, que era el que más corría.
Algunas veces, teníamos la suerte de poder pasear a alguna vecina, amiga o compañera de estudios. Competía en carreras de cinta, en bicicleta y a caballo. También carreras pedestres de darle la vuelta el pueblo por el "Rueo", que siempre, siempre, ganaba el Diego del Tío los Hierros, segundo Manolito González (Manolito Marta), mi amigo Antonio Flores y yo llegábamos de los últimos, los años que no abandonábamos a media carrera. También carreras de bicicleta. De Fuente Palmera y de Écija, venían en bicicleta, por el camino de la vía del tren, el Virorto y su amigo Antonio el Masa, que se llevaban todos los premios, porque eran semi profesionales y tenían bicicletas muy buenas con cambio de discos y de piñones. Nosotros nos aventurábamos con unas chatarras de bicicletas de 15 ó 20 kg.

También había tiro de pichón y tiro al plato en el que Antonio Armías se llevaba todas las copas. En su casa de la calle Mediomanto, Aurora, número 53 o 55, tenía un museo con miles de trofeos. Llegó un momento en el que no recogía las copas o las vendía porque no tenía pared para más vitrinas desde la puerta de entrada hasta el corral. Fui creciendo y llegó el año en que montamos una caseta entre unos amigos: Pepito Fernández (Arropía), su hermano Aurelio (q.e.p.d.), Francisco Ruiz González (Castelaro), Francisco Cantalejo, Jaime Laredo, Antoñito Fernández (Furín), el Niño de Anita... Una sociedad en comandita, con menos papeles que una liebre y capital social de cero pesetas.

Tuvimos una reunión unos 15 días antes de la Feria de 1961 y lo planificamos todo: hacían falta tantos palos de 4 metros; mañana vamos a un eucaliptal, cada uno que lleve de su casa la herramienta que tenga para cortar, hacha, sierra, etc. Pepito Fernández tuvo el mal comienzo de herirse en un pie. Tuvimos que suspender la corta de árboles para llevarlo al médico, don Juan Alejandre, que le suturó la herida. Al día siguiente continuamos con la planificación de cortar los palos suficientes, pelarlos, y montarlos en el recinto ferial. Conseguida la estructura, había que cubrirla para tener sombra. ¿Cómo la cubrimos, con toldos o con ramas? Hombre, las ramas son más frescas, ¿Y si llueve?, Venga ya, en septiembre va a llover, Mi padre tiene un toldo cubriendo el trigo de la era, que puedo traer, .... ¿Y la pista de baile cómo la hacemos?; vamos con el tractor del padre de Antoñito Fernández al Arroyo de la Fuente por grava y al arenal de la Aljabara por arena, al almacén de Niíto por unos sacos de cemento, con un rodillo se hicimos la mezcla y con una regla nivelamos. En un día, la pista de baile hecha.

Paso siguiente, alquilar mesas y sillas. Mostrador; a casa del distribuidor de Cruzcampo a por varias unidades y neveras. La nieve la teníamos muy cerca en la fábrica de Fernando Vázquez, en el Postigo. Bebidas: en Ricardo Gómez, los licores, una arroba de ginebra y media de ron. La Coca-cola y los botellines (no había grifos) de cervezas, en el distribuidor, Antonio el Confitero de la calle Lora, esquina con Flores. Cocina: chorizo, salchichón, queso, y unas tortillas de papas que nos hacían nuestras madres. Puestos de trabajo: Jaime Laredo se encargaba de cobrar en la barra, yo de atender la cocina y el mostrador y los demás de atender a la clientela.
El primer día de feria, el 12 de septiembre (la Feria siempre era 12, 13 y 14 de septiembre) se nos llenó la caseta y a las diez de la noche le dije a Paco Cantalejo "la garrafa de ginebra va ya por la mitad y no vamos a tener para toda la noche", "échale agua, hasta arriba y cállate", me dijo muy bajito y con el dedo índice en la boca. A la una de la mañana la garrafa estaba vacía otra vez y nadie había protestado.

Fue un éxito rotundo de clientes, ambiente y beneficios, lo que nos llevó a repetir al año siguiente. Reparto de beneficios: Como éramos muchos socios y no teníamos previsto el reparto de dividendos, nos cobrábamos y nos autodespachábamos en especie; teníamos barra libres para beber y comer lo que hubiera. El segundo día y el tercero de feria, a más de la mitad le dolía la cabeza de tanto alcohol (sé que no es un ejemplo de conducta, pero cuento lo que viví y espero comprendan que, con 18 años, en la feria de tu pueblo...).

Después pusieron la caseta del Casino Artesano, atendida por el Pirula de Écija, nos fuimos a estudiar a Sevilla, aprobamos las oposiciones, nos destinaron a distintos pueblos, ganamos dinero, nos compramos vehículos (el más adelantado fue Francisco Ruiz -el Castelaro- con una impresionante moto, a la que le echó queroseno de los aviones de la base de Morón o del Copero, donde hizo la mili de voluntario y se le fue la junta de culata. Después se compró un Seat 600, fuimos conociendo ferias y fiestas de otros pueblos (Feria de Sevilla, Cruces de Mayo de la Palma del Condado, Romería del Rocío, etc.), nuevas amistades, novias, matrimonios, hijos, nietos, jubilación y... los pocos que quedamos resistiendo para contaros vivencias.