Hubo un periodo de tiempo en el que Fuentes tuvo dos cementerios, uno municipal y otro privado. Como publicamos el domingo pasado, el ayuntamiento, en sesión plenaria del 8 de abril de 1837, tomó el acuerdo de hacer el primer cementerio municipal. La iglesia, que hasta entonces ostentó el monopolio de los entierros en las inmediaciones de la parroquia, tenía que hacerse cargo de las obras. Sin embargo, el 10 de junio de 1837, el ayuntamiento recibió una carta del vicario eclesiástico y cura de la parroquia comunicándole que la cerca del cementerio estaba acabada, pero no con los fondos de la iglesia, sino con los de su propio peculio y de los préstamos que le habían hecho otras personas. Por ello, el ayuntamiento solicitó al síndico del común que abriera un expediente sobre las obras y la financiación de las mismas. El informe del síndico concluía que el dinero lo había prestado Joaquín Fernández de Peñaranda.
Enterada la Diputación del asunto, comunicó al ayuntamiento que debía elegir peritos de entera confianza para apreciar la obra que se había ejecutado, lo invertido por Joaquín Fernández de Peñaranda y los fondos que serían necesarios hasta su terminación. Se procedió entonces a nombrar a Pedro Hidalgo y a Alonso García, maestros de albañilería y carpintería respectivamente, que concluyeron que el cuadro formado para su cerca tenía una longitud de 60 varas y de latitud 58; que sus cimientos, por la desigualdad del terreno, por unas partes tenía 3 varas de profundidad y por otras 1,5, según su situación, comprendiendo dicho cuadro 356 varas cuadradas; que por razón de ser el terreno pedregoso y de alguna dificultad para hacer la zanja del cimiento, se valoraba la apertura de cada vara 33 reales y rellenarlas con la solidez necesaria 3.960, de manera que el valor total del cimiento ascendía a la cantidad de 11.748 reales de vellón. Sobre este cimiento se había formado un zócalo de mampostería de 168 varas, que graduadas a razón de 28 reales cada una, importaban 4.984 reales de vellón.
Del mismo modo, sobre dicho cimiento, se habían construido cada 3,5 varas de distancia unas rafas o machones de piedra y ladrillo, que todas juntas medían 170 varas cuadradas y hallándose hechas con la mayor solidez, las valoraban a 26 reales cada una que importaban un total de 4.420. Para cerrar la cerca se habían construido 596 varas de tapia de superior calidad que, valoradas a 16 reales cada vara, importaban 9.536 reales. Y sobre esta cerca había un lomo de dos tercias de alto de ladrillos aplanados y cortados en su exterior y en el centro. Todo el material usado en las 158 varas que medía, a razón de 20 reales cada vara, importaba 3.160 reales. Concluía la obra con unos remates en aguja de una vara de alto, realizadas en ladrillo y espigas de hierro y una cruz del mismo material en el centro del cementerio con un pie ochavado, de 2 varas y media de alto, que valoraban en 708 reales.
Todo ascendía a 34.556 reales de vellón, cuyo aprecio lo habían realizado fiel y legalmente, según su saber y entender. Para continuar el cementerio rural y concluirlo según el diseño o plano, la obra se valoraba en unos 75.000 a 80.000 reales de vellón. Por lo que el valor total de la obra ascendería a 114.556 reales de vellón. El ayuntamiento, ante la imposibilidad económica de reintegrar los 34.556 reales invertidos y disponer de los 80.000 que necesitaba para terminar la obra en su totalidad se vio en la obligación de solicitar a la Diputación autorización para que Joaquín Fernández de Peñaranda continuase la obra y fuese el propietario del cementerio que se construyera. Fuentes tuvo así su primer cementerio, que fue de carácter privado.
Sin embargo, la Diputación provincial emitió una orden con las condiciones que debían tenerse en cuenta para ser considerado como propietario del cementerio a Peñaranda, entre las que se encontraban: el compromiso de terminar las obras en 1838; cuando el ayuntamiento o cualquier corporación de beneficencia quisiera adquirir su propiedad pudiera hacerlo abonando el importe actualizado al dueño. Para ello, el síndico debía velar por saber el costo total de la obra. El ayuntamiento debía fijar las tarifas por cada enterramiento, acordadas con el dueño. Se estableciesen los requisitos para acreditar los cadáveres de las personas declaradas pobres de solemnidad para que su enterramiento fuese gratis. El ayuntamiento debía tasar los terrenos del cementerio, que pertenecían al común, para que Peñaranda pagase el dos por ciento de su valor anualmente. Todas las condiciones fueron aceptadas por Joaquín Fernández de Peñaranda.
El 12 de marzo de 1838 se procedió a establecer entre el ayuntamiento y el constructor unas tarifas para los enterramientos. El 12 de marzo de 1838 se fijaron las reglas sobre quién podía ser considerado pobre de solemnidad a la hora de darle sepultura gratis. Las condiciones y tarifas de los enterramientos fueron las siguientes:
1º.- Joaquín Fernández de Peñaranda y sus sucesores se obligan a dar enterramiento gratis a todos los pobres de solemnidad.
2º.- Del mismo modo, se obliga Joaquín y sus sucesores a llevar por cada enterramiento común en la tierra 8 reales de vellón por cada cadáver de cuerpo mayor, siendo de su cargo el costo de abrir los hoyos, pero no el traslado del cadáver.
3º- Asimismo, se obliga Joaquín Fernández de Peñaranda a llevar por el enterramiento de poza enladrillada, con su cítara, que cada una contendrá 6 enterramientos, 45 reales de vellón por cada cadáver mayor, sea hombre o mujer.
4º.- Y con respecto al enterramiento de párvulos, llevará Joaquín Fernández de Peñaranda y sus sucesores, la mitad de la cantidad que viene determinada para los adultos o cuerpos mayores, sean varones o hembras.
5º.- Los cadáveres enterrados en poza enladrillada podrán estar 15 años y los enterrados en nichos de bóveda 25 años.
Sin embargo, en noviembre de 1866, todavía no se habían terminado las obras del cementerio que Joaquín Fernández de Peñaranda se había comprometido a ejecutar en 1838, faltando aún la construcción de la capilla. Por ello en sesión plenaria de 22 de noviembre se acuerda un expediente donde se haga constar la referida falta de cumplimiento a lo estipulado por la corporación municipal y Peñaranda, dándole un plazo de 30 días a sus sucesores para que diesen comienzo a la obra citada o proceder en su caso a lo que haya lugar.
Catorce años después, en 1880, el ayuntamiento decidió construir un nuevo cementerio, en este caso completamente municipal, en el lugar que hoy ocupa el Parque de los Luchadores por la Libertad. En el libro 705 del archivo municipal consta que el primer enterramiento en este nuevo cementerio del que se tiene constancia pertenece a María Mercedes Cárdenas Isnard, fallecida el día 21 de abril de 1880. Fue enterrada en la letra E de la fila 3ª, nº 554, perteneciente a la clase corriente. También lo podemos constatar porque al aprobar el ayuntamiento en 1890 las cuentas de los trabajos realizados por los braceros para aliviar su situación de paro aparecen entre ellas la de la composición hecha en el arrecife que había entre los cementerios nuevo y viejo por un importe de 301,17 pesetas. Durante unos años, Fuentes tuvo dos cementerios.