Nuestro campo fontaniego se ha visto transformado en pocos años de campiña de secano a campiña de riego y a explotaciones de olivares intensivos y superintensivos. Fuentes no es único. El crecimiento va en auge también en Granada, Córdoba, Sevilla y Cádiz, según las empresas que se dedican a ello. Se ha impuesto este tipo de olivar sobre otros cultivos menos rentables, como el cereal, el garbanzo o el girasol. Vemos así grandes plantaciones de miles de hectáreas de olivar en seto que contrastan con las pequeñas plantaciones familiares tradicionales de menos de cinco o seis hectáreas, aunque algunas resisten todavía al paso del tiempo. Pasar por el camino del Pozo Santo del cortijo Escalera hacia la Mataelvira y ver los viejos olivos que lo rodean permite hacerse una idea de la gran distancia que separa la forma de producir aceite de antaño a la de las grandes máquinas cosechadoras que atraviesan los pasillos entre setos del olivar superintensivo. Grandes máquinas varean y recogen chorros de aceituna a izquierda y derecha.

Pero el olivar tradicional no debería perderse porque es totalmente necesario, imprescindible e insustituible. El tradicional siempre ha sido una planta de secano, capaz de vivir sin apenas agua, hábitat de biodiversidad y ámbito de vida, de esencia andaluza. Los últimos olivos sobreviven en los blanquizales de los Camorros o Rohahuevo. En ellos bullía la vida andaluza condensada durante buena parte del año. Nuestra seña de identidad como pueblo está ligada al olivo. Identidad hecha a través de siglos de vareadores, recogedoras, tareros con sus calabozos, de liebres encamadas, de mochuelos en los troncos, las colleja y las esparragueras a los pies de los árboles. El olivar llamado intensivo o superintensivo es precisamente el más apagado (light) y carente de vida de la historia de Fuentes. No es nuestro, por mucho que a eso se le llame olivar. Ya no es nuestro paisaje, por mucho que le llamen campo.

Ahora el olivar se riega, se abona cada vez más y se planta en seto. La zona de la Llana hasta la Autovía A-4 es un mar de olivos de nueva generación. Los viejos árboles de varios pies y troncos retorcidos han sido arrancados y sustituidos por olivos de un pie, cada vez más cerca los unos de los otros. Con una dotación inferior en principio a la que exigen otros cultivos de regadío, el olivar, si se riega, da de media 5.000 kilos de aceituna por hectárea, según el encargado de la finca Huerta Armero, que fue una de las primeras que puso aquí este tipo de cultivos. En secano, unos 2.000 kilos. Son medias. Influyen las tierras, el abono, la climatología, los árboles por hectárea. Sin embargo, del secano tradicional salen escasos 500 kilos por hectárea.

Las nuevas plantaciones intensivas emplean unas densidades más elevadas, del orden de entre 200 y 450 árboles por hectárea, árboles con un solo tronco para facilitar la recolección mecanizada, con riego localizado, con variedades de altos rendimientos y unos costes de producción medio-bajos, un marco de plantación entre árboles no superior a 2 metros lineales, con altas producciones en los primeros años y una mayor rentabilidad económica para el agricultor. Las plantaciones superintensivas, o en seto, al estilo de los viñedos en hilera, pueden llegar a albergar entre 800 y 1.500 arboles por hectárea.

En las últimas décadas estamos asistiendo a cambios radicales en las explotaciones del olivar, y del campo en general, especialmente en diseños y técnicas de cultivos empleadas. Las nuevas plantaciones llamadas “intensivas, superintensivas o en seto” están sustituyendo al olivar tradicional, que se caracterizaba por amplios marcos de plantación, de entre 70 y 80 árboles por hectárea, de uno o varios pies por árbol, en su gran mayoría de secano.

En el olivar hemos pasado, en esta última generación, de una recolección exclusivamente manual en el olivar centenario, a una mediana mecanización en el tradicional, e incluso mecanización completa en el olivar de alta densidad. Esta agricultura se está extendiendo por zonas no habituales de cultivo. La mayor finca de olivar plantada en el mundo se localiza en Túnez y tiene más de 18.000 hectáreas de olivar tradicional. Con sistemas de producción intensivos, la mayor finca de olivar está en Arabia Saudí, con más de 7.000 hectáreas. Las otras fincas de mayor tamaño están en América, Asia, Oceanía y África.

El olivar ha olvidando quién era. Era una representación de la vida natural, más pobre que ahora, más dura también, pero auténtica vida. Como el aceite que daba. En Fuentes el olivar de ahora es una industria que produce litros de aceite en serie, como los naranjos producen naranjas ahítas de agua o los melocotoneros melocotones sin sabor alguno, cogidos verdes del árbol y mantenidos en cámaras hasta la mesa del consumidor. Los olivos dan mucho más aceite, incluso de calidad, pero mucho menor que los viejos olivos de los troncos retorcidos. Producción, producción, producción. Al menor coste posible. Al tiempo que el consumidor se vuelve cada vez más exigente en calidad. Con el olivar superintensivo nos está pasando algo parecido a lo que les pasa a los freseros de Huelva, que desechan explotar la marca de calidad ecológica de Doñana, menos productiva pero con más valor añadido, y se acogen a la producción masiva.

(Fotografías de Miguel Osuna)