El planeta Tierra no genera recursos de manera ilimitada, o no a la velocidad que necesitamos para mantener nuestra forma de consumo actual, especialmente en el mundo occidental: Europa, EEUU y parte de Asia. A veces pensamos que bien poco podemos hacer desde nuestro sitio en la sociedad, sin embargo pienso que esa es una postura que tiene como fin adormecer nuestra conciencia. El “qué puedo hacer yo”,  mientras nos encogemos de hombros, que en tantos temas nos hace dar la espalda a problemas que si bien son globales, conviven con nosotros, está haciendo que seamos cada vez menos protagonista de esa vida de la cual creemos tener el control. Vivimos como si el progreso fuera infinito y no es así, el planeta tiene sus límites y está en nuestras manos respetar sus tiempos, sus lugares y sus ciclos.

En todo esto pienso cuando camino por veredas y caminos y veo cómo estas van desapareciendo, cómo vamos dejando nuestra huella en forma de suciedad en campos y parques. Parques que son olvidados o al menos lo parecen, donde mueren olivos centenarios que fueron arrancados de su lugar, dónde  centenarias lunas lo estarán buscando,  para adornar no se sabe qué.

Y no solo se trata de cuidar nuestros campos y respetarlos, al igual que la flora y fauna, se trata igualmente de consumir productos, en nuestro caso, de Fuentes o cercanías, de  comprar en nuestros comercios, de pasear nuestro pueblo sin coches, especialmente el centro declarado bien de interés cultural, de volver a sentir la vida sencilla sin necesidad de consumir para ser alguien o sentirse alguien. Si somos capaces de hacer algo de el que el planeta, y no olvidemos que nuestro pueblo forma parte de él, nos está pidiendo nuestros hijos, hijas y nietos y nietas nos lo agradecerán.