Contra un tsunami, otro tsunami. Eso parece haber pensado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para adelantar a julio las elecciones generales previstas para diciembre. ¿Con qué fin? Con el de cortar de raíz el goteo de datos desfavorables que salen de la debacle electoral de la izquierda este domingo. Con el fin de aprovechar el impacto del triunfo del PP y el avance de la extrema derecha para movilizar a los votantes de izquierdas que se hayan abstenido. Con el fin de acortar la agonía interminable de aquí a diciembre. Con el fin de detener una caída aún mayor de los socios de coalición. Con el fin de mostrar que aún tiene capacidad de reacción y decisión. Que no está noqueado.

La estrategia no es mala. Probablemente sea la única salida factible y digna en este momento. Lo malo es la situación, el momento político que vive la izquierda. Lo malo es la confusión, la apatía, la pasividad. Lo malo es que gran parte del electorado presta sus mejores oídos al discurso de la derecha y de la ultraderecha, que se expande por el mundo a la velocidad de una pandemia que ha infectado a países de tanta tradición democrática como Finlandia, Suecia, Italia o Estados Unidos, por poner sólo algunos ejemplos sorprendentes. Aquí, el principal foco de contagio parece estar localizado en Madrid, donde se ha desatado la euforia egoísta. Lo peor es que el cuerpo electoral carece de defensas ante ese virus letal para los avances sociales y el progreso humano. No parece haber vacuna eficaz contra sus secuelas de intransigencia y egoísmo excluyente.

"Cuida lo tuyo", decía el lema de la campaña de la ultraderecha en estas pasadas elecciones. Tú primero, tú segundo y tú tercero. A los demás que les vayan dando. El egoísmo, que hunde sus raíces en el miedo y la incertidumbre, que rezuma ese lema actúa como muro contra el que va a chocar la izquierda siempre. Egoísmo que hoy ataca a todos por igual, incluidas las élites de los partidos de izquierda, entregados al cainismo que agota a las ya de por sí desfallecidas fuerzas del progreso. Todo el mundo en la izquierda habla de unidad, pero nadie la practica. Mientras que "el tú primero" regala los oídos del electorado de derechas y desconcierta al de izquierdas, perdido y ayuno de argumentos.

Podríamos culpar al electorado de lo que pasa. Pensar que la gente se ha vuelto loca o algo así. Sería un error. Ni la gente se ha vuelto loca ni es tonta de remate. Aun equivocándose, la gente siempre tiene razón. Escucha los cantos de sirena, sí, pero porque nadie es capaz de ofrecerle nada más creíble. El problema no es la cordura de la gente, sino la ausencia de relato en los discursos de la izquierda. El guion de la historia del presente y del futuro lo escriben desde hace un tiempo la derecha y la ultraderecha. A cuatro manos. El argumento es claro y conciso: tú primero, tú segundo y tú tercero. Cuida lo tuyo. Mientras, la izquierda se muestra incapaz de armar una narración que no esté compuesta de vaguedades.

Está claro que corren malos tiempos para la lírica. En el relato de nuestras vidas abunda ya lo prosaico, lo pedestre, lo tosco. La reciedumbre, la simplicidad y la desesperanza se abren paso. Nada que suponga ponerse en el lugar del otro tiene futuro en este tiempo de zozobra y desesperanza. Avivado por el miedo, un egoísmo desmedido ha tomado la batuta política en Europa, sin que sirva para nada explicarle a la población que el continente alberga el 7 por ciento de la población, pero disfruta del 25 por ciento de la riqueza mundial. No sirve explicar que el miedo a perder la vivienda es alentado por medios de comunicación que están en manos de empresas y bancos que acumulan miles de pisos vacíos. No sirve porque el egoísmo y la desesperanza, que se alimentan del miedo, recorren las venas como un virus letal para el raciocinio.

Los medios de comunicación, casi todos manejados por poderes reaccionarios, hacen a la perfección su labor de expansión del miedo, la mentira y la desesperanza. Difunden bulos y alimentan los más bajos instintos de una población sensible a los mensajes que venden seguridad (falsa, por supuesto) frente a las hordas ocupas que están al acecho para quitarte tu vivienda. Hay personas mayores que no se atreven a ir al supermercado por miedo a encontrarse la casa llena de perroflautas a la vuelta. Del fenómeno ocupa, que es un problema menor (que nace de un injusto reparto de la vivienda) hacen un descomunal problema porque conviene avivar el miedo.

Como dice el cineasta Ken Loach, "la esperanza es una cuestión política, cuando la gente la pierde, vota fascismo. Por eso es tan importante para el fascismo que cunda la desesperanza. En el futuro habrá que pedir cuentas a quienes propagan el miedo y la desesperanza porque quien siembra vientos recoge tempestades.