Rafael Arce, de 50 años, o medio siglo como él mismo dice, es emigrante en Suiza, aunque estos días pasa unas vacaciones en Fuentes. En Suiza lleva 9 años. Vive en el cantón de Aargau (Argovia para los españoles, Argau para los alemanes) en un pueblecito de unos 2.500 habitantes que se llama Seon, situado en la parte alemana de Suiza. En Fuentes trabajó adiestrando perros, en un polvero, de gruista en la construcción y, cuando llegó la crisis, emigró con un amigo a Suiza. Allí ha trabajado en la construcción, desmontando motores y actualmente es ayudante de cocina en un restaurante. Como todo emigrante, sueña con regresar. Como todo emigrante, está varado a medio camino, ni allí ni aquí. Como todo emigrante, se pone nostálgico cuando está allí y piensa que Fuentes es lo mejor del mundo. Pero cuando llega a Fuentes se siente extraño, le choca el exceso de ruido, el desorden...

Pregunta.- ¿Qué diferencia a los emigrantes de los años 60 de los que habéis emigrado en pleno siglo XXI?

Respuesta.- Mi padre fue emigrante en aquellos años y tuvo que hacer un viaje interminable en tren y de tarde en tarde llegaba a casa una carta que le escribía a mi madre. Ahora yo tardo dos horas en ir de Fuentes a Suiza, en vuelo directo, y le escribo a mi madre todos los whassaps que quiero. Mi padre tuvo que ir a la plaza de España de Sevilla a que le hicieran un contrato para trabajar en Suiza, yo encontré empleo en la página web de Eures. Creo que la mayor diferencia son las comunicaciones, internet.

R.- ¿Cuándo decidiste emigrar?

R.- En el año 2011, con la crisis que azotaba al país desde 2008, se me acabaron las ayudas y decidí salir fuera a trabajar y a través de Eures vi la posibilidad de ir junto con un amigo a Suiza. No me lo pensé dos veces. Allí el nivel de vida es más alto donde, el índice de paro es muy bajo. Suiza tiene una economía saneada y hay trabajo para todo el que quiera y tenga ganas de trabajar. Es la primera vez que trabajo fuera de mi país y casi tuve que salir corriendo. O sea que más que una elección fue una necesidad, me gusta el país donde ahora vivo.

P.- ¿Cómo es tu día a día?

R.- Allí me levanto sobre las seis de la mañana, me preparo mi desayuno, hago estiramientos para no ir agarrotado al trabajo y, como estoy solo, lavo mis platos y arreglo todas mis cosas. Cojo el coche y me voy al trabajo, donde empiezo a las diez y estoy hasta las dos y media para preparar los menús. Luego, vuelvo a las siete de la tarde y salgo a las once y media. Las horas del descanso se me hacen cortas porque invierto mucho tiempo en idas y venidas, del pueblo al trabajo, porque está a media hora en coche.

P.- ¿Y tus días libres?

R.- Mi día libre, cuando tengo ganas, me voy al campo, donde hay mucho bosque y todo está muy limpio. Por los caminos curiosamente hay papeleras con bolsas para el que pasee con perro pueda depositar las caquitas. Todo es muy pulcro, hay muchas rutas para hacer deporte, practicar senderismo, ir en bicicleta... Suelo ir a un pueblo que se llama Halwill. Hay allí un lago y me gusta visitarlo. La vida social que se hace en la calle no es la que la hay en Fuentes. Entre el clima típicamente suizo que en primavera hay mucha humedad. Allí nos van a salir branquias y ancas de rana de la humedad que hay.

P.- ¿Vas al bar, tienes amigos?

R.- Sí, claro. Allí vas a tomar una cerveza a un bar o vas a un restaurante a comer, no hay término medio como el tapeo de aquí. En Fuentes puedes estar en el bar las horas que quieras o te deje el tabernero. Allí va todo según un horario. Si la cocina cierra a las dos, el que venga detrás que se coma una salchicha cruda o una ensalada. Nada de tener a la cocinera hasta las cuatro o la hora que te dé la gana. Allí se desayuna temprano, se almuerza a las doce y a las siete de la tarde ya estás cenando para poder descansar. También tengo la lucha con el idioma. Todo es diferente a lo que hacía en Fuentes. He aprendido a cocinar y me gusta. En fuentes me levanto a las once me voy al bar y del bar a la casa llego con muchos proyectos: voy a limpiar el soberao, voy a hacer esto y lo otro, pero al final nunca hago nada. ¿Por qué? Porque en Fuentes hay muy buenos bares, muy buenas charlas, la noche te confunde y el día también y el mediodia...

P.- Los salarios de allí son mejores que en Fuentes, supongo, ¿no?

R.- Sí, pero todo cuesta mucho más, así que tienes que comparar los salarios con el coste de la vida. Un salario normal está entre 3.200 y 3.800 euros netos al mes, pero te puedes hacer una idea de lo que cuesta vivir si te digo que un café en un sitio normal cuesta tres euros, un menú corriente cuesta 20 euros y el alquiler de un piso de 60 metros cuadrados te puede costar mil euros. Además, cada mes tienes que pagarte un seguro obligatorio de salud que cuesta como mínimo 250 euros.

P.- ¿Qué echas de menos de Fuentes?

R.- Las comidas, el ambiente de la gente. Echo de menos las terrazas, el compartir. Aquí nos acompaña el clima. Este año nos ha tocado el invierno típico suizo. Y por supuesto, echo de menos estar con mi familia, aunque no tengo una familia propia, pero en fin… Cuando estas fuera echas de menos a todo el mundo, a los amigo. Al final tienes el corazón partío y terminas teniendo el síndrome del inmigrante que ni perteneces a Suiza, ni perteneces a España y llegas a plantearte que no te vas a llevar toda la vida allí, que la jubilación queda muy lejos. Es probable que dentro de poco retorne. La idiosincrasia es totalmente diferente. Allí, aunque viva en un pueblo de 2.500 habitantes, las costumbres son como las de Barcelona. Es un pueblo multicultural, te cruzas con gente de Polonia, Portugal, Albania, Bosnia, Francia, Inglaterra, Holanda, de Alemania. Y de Austria, por supuesto. Aquello es la ONU en un pueblo con pocos habitantes.

P.- Y el español se junta con españoles, el portugués con portugueses, el italiano con italianos...

R.- Eso es así en todas partes. Yo tengo mi ambiente con españoles. He compartido piso con uno de Chiclana, aunque cuando vuelva lo voy a compartir con un polaco. Allí conoces españoles de todos los lados y te das cuenta de que tenemos muchas cosas en común un catalán, un madrileño o un extremeño, aunque uno hable con la  S y otros con la Z. Estoy en contacto con fotaniegos como Francisco Carretero, que está en Escocia, con José Jaime Ayora, que está en Austria, con el Margarito, que está en Francia y con Peñaranda, que vive en California. Encuentras fontaniegos donde no te puedes imaginar.

P.- ¿Con qué frecuencia vienes a Fuentes?

R.- Regularmente vengo en navidades y en verano. Y si no he podido venir por algún motivo en esas fechas, vengo en carnaval. En la vida tienes que ver las circunstancias en la que estás, si realmente te urge tener dinero, porque al final, el dinero tampoco te hace rico. Allí vives, pagas y ahorras un poco, pero como dicen en el fútbol, los minutos van corriendo y la vida se termina.

P.- Se te ve nostálgico.

R.- Sí, efectivamente. Cuando estoy allí todo que quiero es volver. En un par de años, creo. Soy consciente de que eso lo dicen todos los emigrantes durante toda su vida y que al final se quedan allí para siempre. Lo cierto es que echo de menos la relación con la gente, como somos, las expresiones que tenemos, nuestra forma de ser. En nuestro pueblo estamos en medio de ninguna parte, pero cerca de muchos sitios. Si queremos playa, la tenemos relativamente cerca y si tienes inquietudes culturales, de las que estamos un poco cortitos en nuestro pueblo, te vas a Sevilla, donde tenemos cines, teatros, conciertos o lo que queramos. La ventaja que tenemos los españoles respecto de los emigrantes de otros países es que nosotros podemos coger un avión y volver cuando queramos.

P.- ¿Cómo ves Fuentes desde que no estás aquí?

R.- Cuando me fui estaba cambiando, pero cada vez que vengo me encuentro cosas nuevas. Y claro, como uno va cumpliendo también años, ya a la gente joven no la conoces. Veo la llegada de las nuevas tecnologías, que es lo que pita, lo que esta de moda. Pero nuestro fundamento sigue igual, vamos envejeciendo y se nos quitan tantas tonterías, vamos sentando la cabeza en la media de lo posible. Siempre te encuentras algo nuevo, una calle arreglada, un bar que han modernizado...

P.- ¿Qué cambiarías de Fuentes?

R.- Veo mucho que cambiar, digamos que un 50 por ciento. Pediría a la gente que viaje más para ver lo que hay en otros lugares. Un poquito menos de ruido, que la gente no grite tanto al hablar, una pizca de orden, unos gramos de puntualidad, algo más de limpieza de los espacios públicos... Aunque esa falta de silencio, que allí es excesiva, esa ausencia de puntualidad, ese orden o esa limpieza pierden valor cuando miro a los ojos a la gente de Fuentes y veo que hay autenticidad, lo que echo de menos en Suiza.