Nacido en Torre de Juan Abad (Ciudad Real), este profesor jubilado sigue repartiendo conocimiento entre fontaniegos y fontaniegas. Licenciado en Filosofía y Letras, Jesús Cerro llegó a Fuentes hace cincuenta y tres años, tiempo que ha repartido entre sus actividades docentes, políticas y sociales. Jesús está orgulloso de haber sido nombrado hijo adoptivo de Fuentes, además de cronista oficial de la villa, títulos que ha ganado a pulso a base de activismo y dedicación a la docencia.

Pregunta.- ¿Como recalaste en Fuentes?

Respuesta.- Mi llegada a Fuentes fue como consecuencia del concurso de traslados de maestros. Cuando yo hice las oposiciones a maestro, en 1965, éstas tenían un carácter nacional, es decir, éramos maestros de toda España. Tras 5 años como maestro provisional ejerciendo en cinco pueblos distintos, en el concurso de 1970 me asignaron forzosamente Fuentes de Andalucía. Como era natural, ni conocía el pueblo, ni sabía donde estaba y, por tanto, cómo eran sus gentes. Al saber que me habían asignado, fui al ayuntamiento para recabar datos. Me dijeron que tenía 11.000 habitantes y que estaba en la línea férrea Córdoba–Marchena

P.- ¿Cómo vistes el pueblo a tu llegada?

R.- En el verano de 1970, en los primeros días de agosto, pensamos en venir a Fuentes. Una noche, hacia las once salimos de mi pueblo mi mujer, entonces mi novia, su hermana y cuñado y yo en seiscientos. Toda la noche de camino para recorrer los trescientos y pico de kilómetros que nos separaban. Después de hacer una parada de unas horas en Córdoba para echar una cabezadilla, llegamos a Fuentes a eso de las 9 de la mañana, poco más o menos. La primera impresión fue la fuerza de la luz matutina y su reflejo en el blanco de sus casas. También me impresionó el mar de olivos que rodeaba el pueblo, pues desde la carretera nacional impedían verlo con nitidez. Esas son las dos imágenes que me impresionaron, además de la gran cantidad de discos azules con una flecha blanca que había ordenando la circulación.

P.- ¿Qué echas de menos de tu pueblo?

R.- Al principio, como es natural, echaba de menos las costumbres propias de allí, que en muchos casos eran diferentes a las de Fuentes. Pero con el paso de los años me fui haciendo a la vida y formas fontaniegas y ahora veo raras algunas cosas que son propias de mi pueblo. Otra cosa que echaba de menos era la familia y los amigos. Ahora, cuando vuelvo a Torre de Juan Abad mis amigos ya no viven en el pueblo, como yo mismo, y rara vez nos encontramos. Lo mismo ha ocurrido con la familia pues al desaparecer los padres los hermanos estamos diseminados por la geografía española y solo nos vemos en contadas ocasiones. Este verano me puse en contacto con un amigo que vive en otro pueblo y al saludarnos me dijo que hacía 52 años que no nos veíamos. Ahora, a veces, me siento un extraño en mi pueblo, salvo para pequeños grupos, aunque yo voy con cierta frecuencia.

P.- Tú le has dado mucho a Fuentes pero ¿qué te ha dado Fuentes a ti?

R.- Fuentes me ha dado madurez. Yo llegué aquí con 24 años, en plena juventud, y los años pasados me han hecho, como es natural, ser más maduro y más sensato en mis comportamientos. También me ha dado sencillez porque las cosas mínimas tienen un valor intrínseco. Por eso ahora, cuando me comentan algún suceso o hecho que realiza otra persona, no lo juzgo, sino que busco las posibles causas que le han motivado a hacerlo. Y nunca miro por encima del hombro a nadie. Todos tenemos unos valores ocultos. Fuentes me dio acogimiento. Sin familia física aquí, mis hijos tenían sus abuelos de Fuentes. Nunca nos sentimos solos en una tierra extraña, nos sentimos arropados como en nuestra propia tierra. Sobre el acogimiento, puedo contar una anécdota que nos pasó a mi mujer y a mí la noche que llegamos a Fuentes definitivamente. Llegamos en el autobús de la noche y nos bajamos en la Carrera. Como nuestra casa estaba en las que rodeaban el colegio Santo Tomás de la Puerta del Monte, emprendimos el camino a casa. Mi mujer preguntó qué íbamos a cenar y encontramos una pequeña tienda pasada la ermita de la Aurora. Entramos y había dos mujeres hablando. La que estaba detras del mostrador, tras nuestro saludo, nos preguntó lo que queríamos y mi mujer dijo media docena de huevos. La mujer que estaba allí había comprado los últimos. Nos miramos y dijimos en voz alta "¿y ahora qué cenamos?". La mujer que tenía un cucurucho de papel con los huevos se los alargó a mi mujer y le dijo: "tómelos, que yo tengo más cosas en casa". ¿Quién fue? Nunca lo hemos sabido, pero fue una prueba de acogimiento en un lugar en el que no conoces a nadie. Otra prueba de acogida fue la de hacerme Hijo Adoptivo, titulo del que me siento muy agradecido.

P.- Toda tu vida enseñando. ¿En qué ha cambiado la manera de trabajar en estos 53 años?

R.- Han cambiado mucho los recursos. Cuando yo llegué a Fuentes, el elemento que usábamos para toda la enseñanza era un encerado pintado en la pared y la tiza para escribir. Todo se enseñaba en aquella enorme pizarra, que como estaba en la pared contraria a las ventanas, la luz le entraba a los niños por la espalda. Ahora las clases están dotadas de ordenadores, pantallas y cañones electrónicos, que permiten al maestro mostrar aquellas imágenes relacionadas con lo que está enseñando. Una imagen vale más que 1.000 palabras. Ahora los colegios tienen personal especializado, además de los tutores. Cuando yo llegué, en el colegio había 16 grupos y 16 maestros y maestras, ni uno más ni uno menos, bueno había uno más que era el director. Ahora hay maestros especialista, de apoyo, etc. Además, cuentan con un equipo de orientación y un equipo directivo, el director, el jefe de estudios y el secretario. La enseñanza es más activa, más creativa, más participativa, en definitiva más formativa.

P.- ¿Cómo y en qué ha cambiado Fuentes en estos 53 años?

R.- Ha ido mejorando día a día. El primer cambio fue el paso de la dictadura a la democracia. En los años anteriores, siendo alcalde Antonio Armías se formó una asociación de vecinos que se dedicó a denunciar ante el ayuntamiento aquellos aspectos que perjudicaban la salud y el bienestar ciudadano. Con la llegada del primer ayuntamiento democrático comenzó a mejorar el aspecto urbanístico. La participación ciudadana se hizo más activa. Por ejemplo, motivado por la presencia de la droga entre los jóvenes se organizó la asociación la Muralla contra la droga, que realizaba actividades y manifestaciones con gran presencia popular, como la que se hizo para reclamar que el ayuntamiento protegiera la Alameda, que había sido ocupada por los drogadictos. Comenzó a ampliarse Fuentes, traspasando el límite del Ruedo, el barrio la Rana, el barrio del Carpio, y después otros muchos, con lo que la expansión urbana ha sido muy grande, pero también ha traído como consecuencia que el centro se vea despoblado, con gran cantidad de casas cerradas. Han mejorado los colegios con edificios nuevos y apertura de servicios educativos para atender las necesidades diversas de los alumnos. También se ha creado el instituto. La situación económica de los fontaniegos ha mejorado mucho en estos 53 últimos años y por tanto el nivel de vida en general es mucho más alto.