Las fuentes documentales para el estudio de la población en los siglos XVI y XVII son muy numerosas, especialmente en Andalucía. Sin embargo, no han sido muy aprovechadas para el estudio de la demografía histórica. Las bases de dicha población, así como sus vicisitudes, cuentan con unos datos muy precisos, que se encuentran recogidos en los archivos parroquiales, únicas fuentes para su estudio y deducción de aspectos importantes sobre la demografía andaluza, en general, y de sus pueblos en particular.

De todas las poblaciones del reino de Sevilla, sólo un número muy reducido de ellas experimentó un aumento demográfico en siglo XVI. Además de la capital, Sevilla, en otros 28 pueblos de nuestra más inmediata proximidad se constata aumento de población, entre ellos Estepa y Brenes. Por lo general, la mayoría de las poblaciones de dicho reino sufrieron disminución de población.

Este es el caso también de Fuentes, que en 1534 contaba con 127 vecinos, de los cuales 114 eran pecheros, súbditos que estaban obligados a pagar rentas y tributos al rey o señor y que en tiempos de los Austrias, al aumentar el rey el número de impuestos, sisa, millones, excusado, etc., vieron acentuadas sus penurias; 9 viudas, y 4 menores. Las causas de la caída demográfica solían ser las malas cosechas, “fundamentalmente por no aver cogido pan”, las enfermedades endémicas; las pandemias, enfermedades epidémicas de gran intensidad que afectaban a muchos países o que atacaban a casi todos los habitantes de una región o localidad determinada. Especialmente, la peste bubónica, enfermedad transmitida por roedores al ser humano.

En Fuentes existía una población más o menos numerosa de moriscos, que fueron los descendientes de los musulmanes obligados a elegir entre conversión o exilio, ya en 1502 para los que vivían en las tierras de la corona de Castilla, ya en 1525 para los de la corona de Aragón. Aunque no hay registros exactos y fidedignos de los habitantes moriscos de la villa, sí sabemos que hubo en ella un número determinado de ellos, con seguridad descendientes de los antiguos árabes pobladores de las tierras que conquistó el rey Fernando III y de los moriscos que fueron expulsados del reino de Granada en 1571, tras su sublevación y posterior derrota por Juan de Austria. Esto lo deducimos de las distintas citas que sobre ellos se encuentran en las actas municipales de la época.

Así, en el acta del 4 de marzo de 1582 existe una orden para hacer una lista de los moriscos que vivían en la villa y que para ello se les citase mediante un pregón, manera habitual de dar a conocer a los vecinos los acontecimientos y órdenes más importantes, a que acudiesen a la barrera de palacio, actual Plaza de España. En la del 28 de marzo de 1588 se otorgó una comisión al alcalde ordinario, Antón Sánchez Repulido, para que pidiese autorización a Doña Aldonza de los Ríos, gobernadora de la villa, en nombre de su hijo, Gome de Fuentes Guzmán, sobre la danza que habían de hacer los moriscos el día del Corpus. Así, en el año 1592, según consta en las actas municipales de 18 de mayo, se pagó por dichas danzas 100 maravedíes. Esta danza sería representada por los moriscos durante varios años hasta que fueron expulsado del país en 1609. Esta expulsión significó también una pérdida de población de la villa.

Según detalla Andrés Bernáldez, cura de Los Palacios, en las “Memorias del Reinado de los Reyes Católicos”, según la edición y el estudio de dicha obra realizado por Manuel Gómez-Moreno y Juan de Mata Carriazo en 1962. “Desde el año 1502 comenzaron a haber en Castilla, quier por una parte quier por otra, muchas hambres e muchas enfermedades de modorra pestilencial, e pestilencias, particularmente en algunas parte de estos reynos hasta este año de 1507, que comenzó en el mes de enero, en Xerez de la Frontera e en Sanlúcar en recio, e en Sevilla, y en toda su comarca; que se encendió como una llama de fuego en el mes de febrero. Y murieron tantos, que en muchos lugares murieron más de treinta mil personas, y en Carmona más de nueve mil, y en Utrera, más de siete mil...”

Este párrafo nos indica que en el Siglo XVI la población estaba a merced de las enfermedades. Las causas fundamentales de la alta tasa de mortalidad fueron las epidemias: la viruela, el tifus, la disentería y otras enfermedades. Pero el peor enemigo, sin lugar a dudas, fue la peste, principalmente la peste bubónica transmitida por ratas afectadas. La virulencia de la enfermedad se vio reforzada por dos condiciones endémicas en la sociedad española. En primer lugar, las periódicas crisis de subsistencia, destino de un pueblo que descuidaba los cultivos, ocasionaban una desnutrición extrema y hacían descender la resistencia a la infección. Y en segundo término, la urbanización excesiva, que conducía a la sobre población de las ciudades, a la aparición de los barrios pobres y al descuido de la higiene, convirtiendo las ciudades en un caldo de cultivo de enfermedades.

El brote de 1596 a 1602, la primera epidemia importante de la última década del siglo, devoró la península septentrional y central, así como Andalucía, causando alrededor de 500.000 víctimas. Entre esta epidemia y la declarada en 1648, igualmente terrible, la población de Andalucía se redujo casi en un tercio. Toda la costa malagueña, Gibraltar, Cádiz, Huelva, Jerez, Sevilla y Jaén quedaron diezmadas. Como era un mal muy contagioso, intentaban librarse de él protegiendo a los habitantes de la villa con el aislamiento, controlando el acceso a la misma y cerrando todas sus puertas, salvo una o dos por las que se tenía que acceder forzosamente. También, debido al alto componente religioso de la época, las poblaciones se acogían a la protección de algún Santo.

Fuentes barreó (cercó) la villa y sólo se permitía el paso a través de las puertas de Marchena y del Monte. Impidió el paso por la de Sevilla, por ser muy peligroso ya que los viajeros de esta ciudad y de Carmona podían traer el contagio de la enfermedad, según consta en la acta municipal del 2 de marzo de 1583: “En la villa de Fuentes a dos días del mes de marzo de mil quinientos y ochenta y tres años, se juntaron a Cabildo los muy magníficos señores concejo, justicia y regimiento de esta dicha villa (...) En este cabildo el señor alcalde, Cristóbal Gómez Tortolero, propuso que ya que a sus mercedes es notorio como la ciudad de Écija, villa de Carmona, Marchena, Osuna y otros lugares de esta comarca se han barreado y van barreando con toda diligencia para guardarse de la peste que se dice andar en muchas partes de esta Andalucía, de manera que por la misma causa conviene asimismo que esta dicha villa se guarde y barreé porque haciéndolo se les impedirá a los vecinos de esta dicha villa la entrada, trato y comunicación con las demás partes que se guardan y que están declaradas."

La segunda media fue acogerse a la protección de San Sebastián, que era el protector de las gentes frente a la peste. Así, como la epidemia de 1596 afectó muy poco a los habitantes de Fuentes, estos acordaron declararlo como patrón de la villa y para ello realizaron un cabildo abierto y público a fin de que en su elección interviniese todo el pueblo. “En la Villa de Fuentes de Andalucía a 26 de marzo de 1599 el concejo, justicias y regimiento de esta villa y el común de ella se juntaron a cabildo abierto en la plaza pública, habiéndolo pregonado públicamente ayer, para tratar y convenir acerca de que un número de vecinos quieren votar por patrón de esta villa al glorioso San Sebastián y las personas que para ello se juntaron fueron Juan de Alcocer, Gobernador; Juan de Aguilar Tejada y Ambrosio de Moya, alcaldes ordinarios; Alonso de Vega, alguacil mayor; Cristóbal Gómez Tortolero y Andrés Martín, junto a los vecinos de la villa (tras ellos hay una relación de vecinos que acudieron al cabildo).

Debido a la merced que el dicho Santo había hecho por la villa desde que se declaró la peste, pues en ella no había habido contagio ni necesidad de curación y como no había una iglesia dedicada al culto del bienaventurado San Sebastián se debía votar por patrón de esta villa y hacerle un voto perpetuo, es decir, que se comprometían para toda la vida, y para ello acordaron hacerlo de forma siguiente: Acordaron unánimemente y conformes que se haga perpetuamente una fiesta en que haya vísperas y misas al bienaventurado San Sebastián por este voto, las cuales se digan y hagan en el domingo primero de mes de Octubre de cada un año y que el primero sea el venidero de este presente año. Por ello este año se ha celebrado el 425 aniversario de la proclamación del bienaventurado San Sebastián como patrón de la villa de Fuentes de Andalucía.

Asimismo, como era costumbre, nombraron a dos oficiales del cabildo para que fuesen diputados de la fiesta e hiciesen todo lo que fuera necesario para dicha festividad. Entre otras cosas obtener fondos para los gastos de la misma. Los dos diputados de este año fueron Juan de Espinar Balbuena, regidor del concejo, y Alonso Martín Gallego, vecino de la villa. Así, acodaron pedir entre el vecindario desde el domingo de resurrección hasta el día de San Juan para que cada vecino aportase la limosna que considerase oportuno, según sus posibles, y que en años sucesivos se hiciera la petición desde el día de San Juan y durante todo el verano "y en los años sucesivos se pida desde el día de San Juan por todo el agosto, que era el nombre vulgar del estío, es decir los meses de julio y agosto, y si la limosna no llegara al costo de la fiesta que el concejo las reparta entre todos los vecinos”.

Como aún no existían los establecimientos bancarios y era necesario guardar los fondos obtenidos por las limosnas de los vecinos, se acordó construir un arca de madera con tres llaves, una para el hermano mayor de la cofradía de San Sebastián, otra para el regidor y la tercera para el vecino que fuese nombrado diputado de fiestas, con el fin de que nadie pudiera apropiarse del dinero que era de todos. Asimismo, se acordó que el dinero que diese la venta de los dos toros, que el Cabildo había acordado traer para las fiestas, se guardase en el arca para que cada año se comprasen dos toros para la celebración de las fiestas a San Sebastián.

La fiesta de San Sebastián comenzó a celebrarse a finales del mes de septiembre, es decir, cuando las cosechas estaban recogidas y la gente tenía medios para celebrarla y, debido al voto perpetuo, el concejo se comprometía permanentemente a dicha celebración. Sobre esta fiesta hay un dato curioso, el cabildo del 8 de septiembre de 1599 acordó dar las oportunas órdenes y publicarlas mediante pregón público para que se respetasen los toros, no dándoles con palos o tirarles piedras. Ya en aquellos años había cierta preocupación entre los miembros del cabildo de proteger a los animales.