La construcción de las casas del ayuntamiento fue una de las más importantes obras llevadas a cabo por los distintos cabildos del siglo XVIII. Como es sabido, este edificio posee un claro estilo academicista porque, aunque el cabildo había encargado su diseño al alarife local Alonso Ruiz Florindo, el proyecto original fue modificado por el entonces arquitecto mayor de Madrid, Ventura Rodríguez. Sin embargo, la obra fue efectuada por el anterior alarife local, quien había presentado un proyecto bellísimo dentro de la línea barroca que caracterizaba la obra de toda su familia y que fue rechazado por la real academia.

Como las casas capitulares de la villa habían sido arruinadas por el terremoto del año 1755, el cabildo, en 15 de marzo de 1763, había acordado comprar unas casas en la calle Mayor en donde hacerlas de nuevo a costa de los propios de la villa y encargar a los alarifes locales Alonso Ruiz Florindo y Andrés de Carmona el levantamiento de la planta y el alzado del nuevo edificio, que presentan el 20 de julio del mismo año, con un presupuesto de 65.940 reales.

Teniendo en cuenta la necesidad que se tiene de hacer dicha obra ya que los cabildos se celebraban en un cuarto que el concejo había arrendado para celebrar sus reuniones en una vivienda particular, en el que no se podía guardar el secreto que estos requerían, las justicias y regimiento de la villa habían remitido al asistente e intendente general de Sevilla varios testimonios sobre la necesidad de las obras de las nuevas casas capitulares. Ante la falta de contestación del citado asistente, de nuevo, en 15 de marzo de 1765, acuerdan dirigirse a él para manifestarle la gravedad de la situación y la urgente necesidad de la fábrica de ellas, para que de nuevo las remita al consejo real y supremo consejo de Castilla, debido a que estas fechas son las más propicias para el comienzo las obras y para la compra de los materiales que se van a necesitar y solicitarle el permiso pertinente para ello.

Dicho proyecto fue remitido al consejo para su aprobación en 1766, que es estudiado por el arquitecto Ventura Rodríguez, que emite un informe contrario: “la traza no está con la claridad e inteligencia que es menester para explicar la forma del edificio, pues no corresponde la planta con la elevación, ni ésta con las condiciones, ni las condiciones con la tasa, de que resulta una suma confusión y deformidad” (Fuentes de Andalucía y la arquitectura barroca.- Francisco Ollero Lobato y Fernando Quiles García).

En respuesta se ofrece una nueva versión, que es enviada al consejo con un presupuesto de 77.000 reales, a la que el citado arquitecto da el visto bueno con la condición de que la adjudicación de la obra se haga mediante una subasta pública. A ella se presentaron Alonso Ruiz Florindo y el  maestro mayor de los reales alcázares de Sevilla, quedando sin adjudicar al  haber comprobado el cabildo la carestía de la obra por el uso de la piedra, de la que se carecía en la villa y cuyo transporte representaría unos costes imposibles de asumir por los propios del concejo. Por ello fue devuelto el proyecto de nuevo con la referida modificación que fue aceptada por Ventura Rodríguez en octubre de 1767.

En el siguiente año, 19 de febrero de 1768, fue adjudicada las obras al referido Alonso Ruiz Florindo por un valor de 68.000 reales de vellón, pagaderos en 3 anualidades, comprometiéndose a comenzar las obras antes de finalizar el año 1768 (1-12-1768). También en este mismo año se compran unas casas aledañas a las primeras para ampliación del edificio del ayuntamiento, propiedad de los hermanos Carmona Tamirís, vecinos de Alba de Tormes, por un valor de 11.000 reales, debiendo pagar la mitad el maestro albañil por utilizar los materiales del derribo de dichas casas para la nueva obra.

Sin embargo, el cabildo, al estudiar detenidamente el proyecto de obra considera que en él hay que realizar algunas modificaciones. Éstas se centran principalmente en destinar a sala capitular toda la primera pieza de la parte que estaba diseñada para cárcel, debido a que en la celebración de cabildos abiertos, repartos del pósito, data de tierras, sorteo de milicias y otras funciones que en la villa ocurren, se necesita un lugar amplio, para evitar hacerlo en la calle pública, cuando el concurso del común era necesaria su asistencia, así como evitar los calores del estío y fríos del invierno, si fuera la sala alta, “cuando no hay viviendas en este país para el rigor del invierno que lo bajo y terrizo”.

Asimismo entendía la villa que la cárcel diseñada en la obra de la nuevas casas capitulares podía suplirse con algunas modificaciones de la misma que había, ya que en nueva faltaba el patio para desahogo y limpieza de los presos, así como una habitación desde la que el alcaide pudiera realizar la custodia y vigilancia de los mismos, que sí poseía la actual cárcel. Por ello, en la sesión celebrada el 11 de mayo de 1769 acuerdan enviar los testimonios necesarios a la intendencia general de Sevilla para que una vez revisadas las modificaciones propuestas por Ignacio Moreno, maestro mayor de arquitecto de los reales alcázares de Sevilla, fueran enviadas al real y supremo consejo de Castilla para su aprobación definitiva. También se pide que se revisen los cimientos, porque, a pesar ser un  terreno firme, sólido y seguro, les parecía a la justicia y regimiento de la villa que eran poco profundos para garantizar la estabilidad y firmeza del edificio.

En el cabildo celebrado el  día 16 de enero de 1771, el corregidor expuso que se había presentado Ignacio Moreno, maestro mayor de los reales alcázares de Sevilla, aportando unos autos sobre el reconocimiento de la obra de las casas capitulares, en los cuales había un memorial presentado a nombre de Alonso Ruiz Florindo, maestro de dicha obra, por el que solicitaba que por la junta municipal de propios de esta villa se le hiciese pago de 22.666 reales de vellón, que importaba el tercio de dicha obra y que se dejase para el final el desquitarle los 11.000 reales que debe satisfacer el maestro alarife por los derrubios de las casas viejas que se le adjudicaron al comenzar la obra. Sin embargo, este cabildo acordó dejar tal deliberación para una próxima reunión y que tal decisión se le comunicase al intendente de Sevilla.

El 18 de mayo de este mismo año, en el cabildo celebrado y convocado por el portero del ayuntamiento, se recibió un despacho del intendente general del reinado de Sevilla, obtenido a instancia de Alonso Ruiz Florindo, asentista de la obra de las casas capitulares, por el que se ordena a la villa pagar el valor del segundo tercio de la obra, 22.666 reales y 22 maravedís, quedando sin descontar los 11.000 reales, valor de las casas viejas que se le entregaron al comienzo de la obra. Este despacho fue aceptado, obedecido  y cumplido, es decir se le libró al maestro alarife el dinero reclamado. Sin embargo, el cabildo analiza la situación de la obra y por el contenido del acta correspondiente se aprecia el enorme enojo que tienen con el maestro Florindo por el abandono manifiesto con que trata la obra, pues apenas aparecía en ella, por la escasez de lo materiales que emplea, a pesar de haberle adelantado en el mes de febrero 10.000 reales, por los pocos oficiales que trabajan en la obra y por último el haber nombrado apoderado de la misma a su hermano Cristóbal.

De nuevo surgen desavenencias entre el cabildo y Alonso Ruiz Florindo porque según el corregidor de la villa, Mateo Antonio Barberi, expone al cabildo, el día 4 de junio del mismo año, muchas han sido las instancias dirigidas al primero y a su hermano Cristóbal como su apoderado para que se concluyese la obra para el día de San Juan, como estaba pactado. Pero era notorio que el maestro alarife paraba poco en el pueblo y su hermano daba pocas esperanzas de poder acabar la obra en la fecha convenida y el cabildo tenía el apremio de devolver la casa donde se celebraban las sesiones, pues creyendo que iba a contar con las casas nuevas había terminado el arrendamiento de la casa donde se celebraban los cabildos.  

Por ello, y como faltaban las maderas que debían cubrir el edificio, se convocó a Cristóbal Ruiz Florindo y a Lázaro Ruiz para que reconociesen las que había de castaño en sendos cortijos de la villa, para su uso inmediato. Tras su examen se comprobó que sólo cuatro tenían las medidas necesarias para la obra, con lo que el cabildo tuvo que decidir entre mandar a Constantina a por maderas de castaño o a Sevilla a por madera de Flandes. Se optó por la segunda opción, por lo cual se envió a esta última ciudad a por 12 cuarterones de madera de Flandes a Lázaro Ruiz, al que se le entregaron 20 doblones, pero a cargo de Alonso Ruiz Florindo, al que se le pediría daños y perjuicios por el incumplimiento del contrato. Por su ausencia, como era habitual se le comunicó la decisión a su hermano Cristóbal y a Lázaro Ruiz, a los que “se les instruyó en lo acordado que consintieron y obedecieron cumplir, disponiéndose Lázaro y Cristóbal a no perder de vista el adelantamiento de la obra”.

Parece ser cierta, por el contenido del acta del 30 de junio de 1771, la dejadez de sus funciones de dirección de la obra de las casas consistoriales del maestro alarife Alonso Ruiz Florindo. En ella vemos como el cabildo analiza la situación en que se encuentra la obra y los incumplimientos que por parte del asentista y maestro de la obra se han producido, así como de impago de sus jornales a los oficiales albañiles y carpinteros y a los peones que trabajan en ella: 1º Después del día de San Juan las obras de las salas altas de las casas capitulares iban muy despacio y no se terminarían con brevedad; 2º, el pintado de las puertas, que corría a cargo del asentista, se demoró tanto por parte del carpintero, Ramón Adalid, que el corregidor tuvo que mandar a un hombre a Écija a por la pintura, e incluso los oficiales que las habían pintado le reclamaban a él para que les pagase el jornal, produciéndose la situación paradójica que al reclamarle al maestro alarife que lo hiciera, éste pidió se le facilitara más dinero; 3º, según el hijo del asentista, Alonso Florindo, y Juan Calderón, oficiales de la obra, sólo 3 oficiales y 4 peones trabajaban en ella y a pesar de las órdenes del corregidor de que se aumentase el número de ellos, solamente se aumentó en uno.

Por todo ello, el cabildo acuerda que se haga cargo de la obra, Cristóbal Ruiz Florindo, que, además de haber estado trabajando en ella como apoderado del asentista en las dilatadas ausencias que éste ha hecho y hace fuera de la villa, es alarife público y asimismo escoja los oficiales de su satisfacción, despidiéndose a los que hasta entonces habían estado trabajando en ella. Se le encarga  que acelere las obras hasta concluirlas, subsanando algunas deficiencias que presentaba la construcción. Además, como Cristóbal había estado trabajando en la obra desde el 15 de mayo, se le abonará su salario, que a 10 reales de vellón cada día importa 300 reales de vellón, al ser 30 días los trabajados pues los 16 restantes ha estado enfermo y en adelante irá cobrando diariamente, dándole también de los propios de la villa el salario de los oficiales que pintaron las puertas.

Según el profesor Sancho Corbacho las obras de las actuales casas consistoriales fueron acabadas al inicio del año 1772. Sin embargo, en el mes de  Julio de este año se presenta por parte del Cabildo al intendente general de Sevilla un testimonio de que aún quedan por colocar 12 palos en el techo de la sala superior, así como otros desperfectos que las inclemencias del invierno pasado han dejado al descubierto. Por ello, cuando el intendente escribe al cabildo autorizando su reparación, se le comunica a Alonso Ruiz Florindo, asentista y maestro alarife a cuya dirección ha estado la obra del ayuntamiento, “que con pena de 10 ducados de multa y 10 días de cárcel dentro de 24 horas al de la notificación dé principio a la postura de los 12 palos que se relacionan en la citada superior orden según y cómo en ella se preceptúa bajo de la cualidad de haber de quedar puestos en el presente término de 8 días”.  

De nuevo se tienen que emprender obras en las casas consistoriales en el año 1790, concretamente en la sala capitular baja y en la antesala, porque debido a la entrada de agua por los balcones se habían empezado a pudrirse las cabezas de los cuarterones que sostenían el cielo raso de las mismas. El maestro albañil Alonso Ruiz Florindo de Carmona realizó la obra sustituyendo los cuarterones dañados por otros traídos de Sevilla, dándole aspecto que actualmente tiene. La obra de reparación, autorizada por el intendente de Sevilla, costó 9.823 reales y 6 maravedís.