La isla de Cuba fue una de las últimas colonias españolas, junto a las Islas Filipinas. En ambas colonias surgieron movimientos independentistas amparados por los Estados Unidos, sobre todo en Cuba, a la que aspiraba incorporar a su territorio, junto a la otra isla del Caribe, Puerto Rico. Durante la regencia del general Espartero, en la minoría de edad de Isabel II, habían surgido algunos conatos independentistas apoyados por los Estados Unidos, que aumentan en la mayoría de edad de la reina y que fueron el preludio de las guerras de Cuba.

La Paz de Zanjón, suscrita entre los rebeldes cubanos y el general Martínez Campos, supuso el final de Guerra de los Diez Años entre los insurrectos independentistas y el gobierno español, aunque realmente supuso una capitulación militar. Entre la paz de Zanjón y el inicio de la guerra cubana, los gobiernos españoles tuvieron diecisiete años para introducir en la colonia algunas de las reformas defendidas por los independentistas cubanos. Pero la falta de de un verdadero proceso descentralizador que dotase a la islas de órganos representativos y la política proteccionistas que estrangulaba la economía cubana favorecieron el resurgimiento de nuevas revueltas, que condujeron a la independencia de la última colonia española en el territorio americano.

Para sofocar estas insurrecciones, el gobierno español contaba con el general Martínez Campos que sabía combinar la represión militar con la flexibilidad necesaria para llegar a acuerdos con los insurrectos, como lo había demostrado en la Paz de Zanjón. Su falta de éxitos provocó que el gobierno lo relevase por otro general, Valeriano Weyler, que llegó a la islas con la voluntad de emplear métodos más contundentes que acabasen con la insurrección a la fuerza., para lo que aumentó el ejército en Cuba en 126.000 soldados. Fueron muchos los españoles que, mediante las levas, eran enviados a Cuba, donde pasaban como mínimo 3 o 4 años. Con lo que se produjeron muchas anécdotas en sus pueblos de origen o en su regimiento de destino.

Un ejemplo de hecho curioso ocurrido en el pueblo natal de un soldado destinado a Cuba fue que su familia, al no recibir noticias de él, debido o a su dejadez de escribir a sus padres o que la correspondencia no llegó con la asiduidad debida, creyeron que algo malo le había ocurrido y en el pueblo comenzó a extenderse el bulo de su muerte. Al pasar más de dos años sin recibir noticias, la familia creyó a pies juntillas que había fallecido y le hicieron el funeral. Según la costumbre local de aquellos tiempos, después de los actos litúrgicos en la iglesia, la familia y allegados se reunían en la casa del difunto durante nueve noches (novenas) para rezar por su alma. Una de las noches, estando reunidos en estos rezos, el citado soldado apareció en la puerta y preguntó al que estaba más cerca de la puerta quién se había muerto. Podemos figurarnos la impresión que le causó al que fue interrogado ver que la persona que entraba era el mismo al que creían muerto.

En destino también ocurrían hechos curiosos, como esta sentencia que voy a contar. Por los apellidos del soldado que fue protagonista del juicio podría ser un fontaniego, Andrés Barcia Adame, perteneciente al batallón de cazadores Bailén número 1 del ejército de Cuba, el 17 de abril de 1870. El alegato de defensa de este soldado en su juicio no tiene desperdicio.

El sumario del juicio empieza así:

Certifico: Que al folio treinta y uno del libro de expedientes hay un dictamen que, copiado a la letra, dice así: Que estando el domingo 6 del corriente oyendo misa la fuerza de este batallón, observó el sargento primero de la segunda compañía que, mientras se celebraba el santo sacrificio de la misa, un soldado de la misma tenía en las manos una baraja y la repasaba con la mayor atención, por cuyo motivo a la llegada de la fuerza al cuartel fue conducido al calabozo y dio parte por escrito al primer jefe del cuerpo, e informado que fue el señor teniente coronel del feo delito del referido soldado, dispuso la formación del expediente sumarial, nombrando al efecto fiscal Instructor al señor capitán ayudante.

Constituido el tribunal que había de juzgarlo en el cuarto de banderas, fue conducido el acusado a su presencia y preguntado su nombre, religión, estado y ejército, dijo llamarse Andrés Barcia Adame, que profesaba la religión católica, apostólica y romana, de estado soltero y que pertenecía al Batallón de Cazadores de Bailén número uno de este ejército, suscrito en la segunda compañía del expresado batallón.

Preguntado por qué, siendo cristiano, como dice, en vez de estar oyendo misa con toda devoción, había sacado una baraja y se entretenía en repasar las cartas, dijo:
- Que careciendo de rosario, lo había sustituido con la baraja para, con sus distintas cartas, poder meditar los diversos misterios de la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo.
El fiscal Instructor le pidió al acusado que explicase y dijese cómo meditaba con la baraja tan sagrados misterios, a lo que contestó:
- Que empezando por los ases, en el de bastos contemplaba la columna donde amarraron al Señor; en el de espadas meditaba cómo San Pedro cortó la oreja de Malco; en el de copas, cuando le presentaron una copa llena de hiel y vinagre a nuestro Señor Jesucristo para que bebiera, y en el de oros consideró el ósculo de paz que le dio Judas al Redentor al tiempo de entregarlo.
- En los cuatro doses consideró a los ocho verdugos que, de dos en dos, azotaron a Nuestro Salvador.
- En el tres de copas se me representan los dedos con que rasgaron las vestiduras del Señor.
- En el tres de bastos, con los que fue arrastrado.
- En el tres de espadas, considero los tres clavos con que fue clavado en la cruz.  
- Con el tres de oros medito las tres personas de la santísima trinidad.
- El cuatro de copas me representa cuatro santos del calendario, que son: Santo Tomé, Santo Domingo, Santo Tomás y San Toribio.
- El cuatro de bastos lo considero como los cuatro doctores de la ley y el de espadas me representa los cuatro elementos meditando en los Evangelistas que fueron a predicar en las cuatro partes del mundo.
- Al contemplar el cuatro de oros y el cinco de espadas me hace meditar en los misterios gloriosos de María Santísima.
- El cinco de bastos, en igual número de dolores que sufrió la madre de Jesucristo; el cinco de oros me representa las cinco llagas del Redentor, como igualmente el de copas me lleva a considerar hasta qué grado tuvo que apurar nuestro Señor el cáliz de la amargura.
- El seis de copas y oros me hacen contemplar la penosa marcha de Jesucristo por la calle de la Amargura con la cruz a cuestas.
- En el seis de bastos y el de espadas considero a los doce apóstoles.
- En el siete de copas medito la sublimidad de las siete palabras que el Señor pronunció en el alma de la cruz; en el siete de bastos considero los sacramentos de la Santa Madre Iglesia que son también siete; y el de espadas me representa los siete dolores que traspasaron el corazón de María, como asimismo hallo la representación de los pecados capitales en el siete de oros.
- Las sotas de copas, espadas y bastos me representan las tres Marías.
- El caballo de espadas me representa el judío que dio la lanzada a Nuestro Señor Jesucristo después de muerto.
- Los caballos de copas, oros y bastos se me figuran los tres magos que vinieron de oriente a adorar al Niño en el Portal de Belén y en los cuatro reyes contemplo las cuatro columnas del Templo de Salomón.
Preguntado cómo en todas las cartas de la baraja estaban representados los misterios menos en la sota de oros, dijo:
- Que no la había nombrado como todas las demás porque se parecía a su sargento primero y no lo había querido mezclar con sagrados misterios.
Y con esto terminó su declaración, siendo en el acto absuelto de toda culpa y agravio por los jefes del batallón, y premiado con tres meses de licencia temporal y dos pagas en concepto de gratificación.
Firman la sentencia en el Castillo de la Habana, a 27 de abril de 1870.

El fiscal, Andrés Ponce de León
Conforme el teniente coronel primer jefe, Suárez Argudín
General de división, Rafael Dávila Álvarez