En casa éramos cuatro hermanos. Éramos una familia llamada normal teniendo en cuenta la época, donde la educación era vista como algo bueno y necesario. De haber vivido la etapa escolar en la época actual hubiésemos tenido a lo sumo un ordenador para todos y tal vez mi hermano un móvil, regalo de las tías. Bueno, puede que las hermanas usáramos el móvil de mi padre. Luego, en el instituto, tendríamos cada una su móvil dónde hacer partes de las tareas escolares, con pantalla pequeña.

¿A qué viene el párrafo anterior? Simplemente a que hace tiempo me preocupa la brecha digital que se está abriendo entre el alumnado, brecha agravada en esto tiempos de pandemia que ha obligado durante el curso 2019/2020 a impartir muchas clases online. También este curso hay aulas que tienen que seguir su formación por internet.

Porque existen familias que, aun disponiendo de ordenadores, no son suficientes en número ni en conexión a internet.  No se trata solo de tener aparatos digitales, aunque también, se trata de entender su manejo, la forma de buscar información, dónde y cómo, tener tiempo en la familia para dedicarles a los hijos e hijas, saber lo que es importante y lo que no lo es.

Con esto no quiero estigmatizar las familias, a las madres que son las que, en general, tienen a su cargo las tareas escolares. Ellas son las que están dedicando su tiempo y esfuerzo a la educación de hijos e hijas. Una educación y formación cada vez más dependientes de las nuevas tecnologías. Una tecnología que avanza a velocidades inalcanzables para muchas familias. No se trata de disponer de dispositivos, sino de saber usarlos. Por otra parte, en las tareas que el alumnado realiza a veces online sólo se tiene en cuenta el resultado y no el proceso tan necesario en la adquisición de los contenidos.

Observo cómo familias, madres una vez más, van a la papelería a imprimir dos o tres fotos porque no tiene impresora en casa, fotos buscadas en internet para hacer un trabajo, mientras otras pueden abrir una pantalla y seleccionar cincuenta, buscar información durante el tiempo que quieran o sea necesario.

No estoy hablando sólo de nuestro pueblo, sino del resto de Andalucía, España, Europa y el mundo. Conforme nos alejamos de nuestro mundo occidental, de nuestra sociedad, la brecha se va agrandando y no podemos cerrar los ojos, porque sin ser culpables, tenemos una obligación moral con los niños y niñas dela humanidad a la que pertenecemos.