Me miro al espejo y veo a otra persona, aquélla que me gustaría ser: joven, delgada, con un rostro sin arrugas y labios carnosos. Eso es lo que debería estar pensando, según la normalización impuesta, pero a pesar de que mi cuerpo nunca me ha parecido muy hermoso, forma parte de mi ser. Junto con mi mente somos una sola persona. Aún a sabiendas de mi sobrepeso, nunca he hecho dieta y solo el covid me hizo adelgazar un poco. Pero no es de mí de lo que quiero hablar, tema nada interesante para las lectoras y lectores.

Quién de las gorditas no se ha sentido mirada con desdén, quién no ha escuchado de alguna amiga o familiar: “a ver cuándo empiezas a cuidarte”, “estás más gorda, deberías comer menos”. O en mi caso: “no bebas tanta cerveza, que engorda mucho”. Todas y todos queremos ser personas bellas, tener un cuerpo imposible. Por ello Invertimos dinero y tiempo en busca de un Dorado que, al estar fuera den nuestro alcance, nos produce ansiedad, incluso tristeza que nos puede llevar a la depresión.
Veo a jóvenes, muy jóvenes, obsesionados con el peso, con un cuerpo que solo ven en la redes, donde todo, o casi todo, es ficticio, donde todo el mundo está feliz, contento, viviendo una vida de mentira, a través de su avatar. Sonriendo a través de internet.

Sentí un escalofrío cuando una noche de la pasada feria observé a un grupo de niñas y niños que, en medio de la música de una caseta llena de gente bailando e intentando hacerse entender entre el ruido propio del lugar, estaban completamente aislados unos de otros, a pesar de estar físicamente muy próximos, con la mirada perdida en sus pantallas del móvil. Ellas y ellos no estaban en el lugar que sus cuerpos parecían estar. ¿Para qué ir a la feria si mi avatar está viviendo por mí quién sabe qué aventuras? Estas niñas y niños puede que en esos momentos estuvieran recibiendo mensajes, sin ellos saberlo, de cómo vestir, cómo comer y moverse para ser más felices. Eran una metáfora del mundo que viene, que ya está aquí.

Existe un mundo ahí fuera que nos hace normalizar el culto al cuerpo, donde los valores están trastocados, nos obligan a estar guapas, delgadas, donde las niñas son sexualizadas desde tempranas edades. Son obligadas a tener un cuerpo que no es el suyo, obligadas a vestir como no les corresponde. Sí, son obligadas porque ése es el mensaje que reciben en la calle, en internet, en ese mundo virtual donde estaban las niñas y niños que parecían estar en una caseta una noche de feria.

Foto de Katarzyna Grabowska en Unsplash