Fuentes. El centro de la villa se ha transformado esta tarde de sábado en varios escenarios que nos van a permitir ver la representación de escenas de la vida cultural, social, gremial y folklórica de la sociedad del siglo XVIII. Las representaciones teatrales han sido llevadas a cabo por los alumnos y alumnas del I.E.S. Alarifes Ruiz Florindo y de los colegios Santa Teresa y Santo Tomás, bajo la dirección de Concha Caro y ayudada por Elena Rial, profesoras del I.E.S. y los textos y adaptaciones los ha realizado Concha Caro.

Tarde de teatro. Fuentes en revolución. Ocho escenarios urbanos que albergan las diferentes escenas que se suceden unas tras otras. El espectador elige libremente el orden en el que quiere asistir a las pequeñas obras. Va de aquí para allá. Sin entrada, sin reserva, todo bajo la libertad absoluta de querer saber y ver la interpretación de unos personajes que van desarrollando las diferentes escenas. Tan sólo una pequeña cola de unos escasos minutos para poder entrar ya que el aforo está limitado a veinticinco personas.

En el patio barroco de la casa señorial de Don Cipriano, enmarcado por ocho arcos lobulados que sostienen otras tantas columnas, realizado por el alarife Juan Ruiz Florindo, se desarrolla una polémica literaria a cargo de Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Marcela de San Félix, Sor Juana Inés de la Cruz, Góngora y Quevedo. Estos dos últimos, enemigos acérrimos porque representan ideas antagónicas, el culteranismo y el conceptismo, son los que van a iniciar el debate literario, para que los demás se vayan postulando hacia uno y otro bando. Lope a un lado, Calderón a otro; Marcela de San Félix a un lado y al otro Cervantes al otro y, en medio, Sor Juana Inés que representa la literatura de Nueva España y que actúa como crisol de las dos corrientes el  culteranismo de Góngora y el conceptismo de Quevedo y Calderón.

A cien metros, en otro patio señero de la época, realizado por Alonso Ruiz Florindo para la familia Fernández de Peñaranda, Cristóbal Ruiz Florindo, Juana Pacheco, Velázquez, Murillo, Antonio Narros y un pintor de la villa mantienen una diatriba sobre la conveniencia o no de que las mujeres hagan sus propios trabajos en las artes plásticas. El debate se profundiza con la llegada en escena de Luisa Roldán, la Roldana, imaginera e hija del famoso escultor sevillano Pedro Roldán. El debate pone de manifiesto la situación de postergación que la sociedad dieciochesca tiene sometida a la mujer, que tiene que verse obligada en muchos casos a firmar sus trabajos bajo la firma de su marido. Interesante debate para hacernos pensar que en nuestro tiempo todavía hay comportamientos y pensamientos que quieren postergar a las mujeres y llevarlas a la profundidad de oscurantismo como en épocas pasadas.

Otra escena se encuentra enmarcada en el salón de plenos del recién restaurado ayuntamiento de la villa. El artesonado del mismo, que sigue siendo parte del proyecto elaborado por Alonso Ruiz Florindo y Andrés de Carmona y respetado en esta restauración, da cobijo a la representación. En ella, como no podía ser de otra manera, dos personajes del siglo XVIII ponen ante el espectador sus razones sobre la construcción del edificio que nos alberga. Alonso Ruiz Florindo, alarife de una villa sevillana se sitúa frente a frente a Ventura Rodríguez, arquitecto de la Corte y director de la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.

Ambos exponen al público asistente su propio punto de vista para hacer una u otra obra arquitectónica del edificio que servirá para alojar a las futuras casas consistoriales de la villa. El primero, Alonso, defiende su proyecto de edificio barroco pues las casas señoriales por él hechas y que dan vistosidad y personalidad al pueblo son de ese estilo; Ventura Rodríguez aduce en la defensa de rechazar dicho proyecto a que el tiempo del barroco ha pasado y que en España imperan ya las formas clásicas, de fachadas con líneas rectas, sin adornos y como máximo exponente el uso de las columnas y frontones triangulares.

La argumentación de ambos nos lleva a hacer pensar que el triunfo de uno u otro estilo en nuestro pueblo, concretamente en la construcción del edifico municipal, fue el impuesto por el poder central del estado. Sólo se exigió la construcción de la fachada concebida por el arquitecto madrileño, pero durante la construcción el alarife Alonso tuvo libertad para seguir su propio diseño y la prueba está en el artesonado que nos cubre en la escena.

En el primer patio del ayuntamiento, unos pícaros, interpretados por los niños de ambos colegios, juguetean cuando se les aparece el Diablo Cojuelo, personaje legendario de varios lugares de España. En la literatura española se le representa como el espíritu más travieso del infierno y que al ser entregado por sus congéneres a un astrólogo tuvo que encerrarlo en una vasija de cristal. Al llegar al patio, el Diablo entabla una conversación con los pícaros preguntándoles por cosas del pueblo y los niños con ingenuidad de su edad les cuentan cómo son las casas, las comidas y las tradiciones locales. Le preguntan por qué lo metieron en una vasija de cristal y cómo fue que se escapó. Esta escena está impregnada de la candidez propia de los niños.

Al traspasar la puerta del patio, otro espacio abierto nos recibe con una escena en donde los hermanos de Alonso aparecen dibujando sobre el diseño de la portada del ayuntamiento de la villa. Algo retirados, cuatro peones trabajan sobre un ladrillo labrado, que están puliendo y discutiendo sobre el color que mejor podrían aplicarle. En la discusión de los hermanos entran en escena María y Ana Francisca, hermanas de los alarifes, exigiendo su intervención en las tareas de construcción, basándose en que ellas pueden hacer lo mismo que los hombres. Un hermano, Cristóbal, se levanta y les ordena se retiren a la casa a seguir haciendo sus tareas domésticas, que es la misión de las mujeres. Aquí nos muestra la escena, aunque sea esquemáticamente, la situación de la mujer en la sociedad del siglo XVIII.

En esto llega Alonso, que viene de La Luisiana, donde trabaja como maestro en la planificación de la colonia y se incorpora a la conversación sobre el diseño y el proyecto de obra. En algunos momentos cuando alguno de sus hermanos se dirige a él hace gestos de echarse la mano a la oreja y ponerla como bocina. El espectador habrá comprendido el gesto como una necesidad a captar los sonidos y las voces con mayor nitidez, dándonos a entender su problema de sordera. En la escena podemos observar y comprender cómo sería la vida de esta familia de alarifes, hijos de Juan ya que todos intervienen en la escena.

El trayecto trazado nos conduce a la terraza del ayuntamiento, donde se desarrolla la escena de la presencia de unos gitanos que nos van a deleitar con sus bailes flamencos. Tras un breve dialogo de las quejas de la gitana, el gitano que no le da importancia a las quejas de la mujer, al compás de una guitarra que comienza sonar, mueve sus  pies y sus manos que van dibujando figuras tan singulares que nos traspasan y nos deleitan en una tarde que se va marchitando porque, al mismo compás que marcan los sones de la guitarra, va perdiendo su existencia. La tarde languidece y así lo hacen las cuerdas de la guitarra.

En el patio del Sol de la Iglesia se va a interpretar la escena de un auto sacramental. La vida es sueño, que sintetizará la historia de la biblia de una forma magistral con la creación del universo, la caída del ángel, la creación del hombre, la expulsión del paraíso y la redención por medio del perdón, con la intervención de los personajes que representan a un alarife, un músico, la tierra, el hombre, el libre albedrío, la luz, el amor, el entendimiento, la sabiduría, el aire, la sombra, el fuego, el agua y el poder. Cada uno de los personajes nos da a conocer con pequeños mensajes la verdad sobre lo que ellos representan. Hasta el poder, quiere poner de manifiesto la necesidad de su existir.

Por último, en la iglesia conventual de San José se va a representar el milagro de Santa Casilda. Era la hija de un rey moro de Toledo, del cual no se sabe con exactitud su nombre, se le llamaba Almacrin o Almadún. A este rey se le conoce como un sanguinario perseguidor de cristianos. Su hija Casilda era una princesa clemente y tierna, que, a pesar de todas las comodidades que le brindaba la corte, sufría por los desafortunados que se encontraban en las mazmorras de su padre. A ellos los intenta consolar llevándoles viandas escondidas en su falda. Se dice que cuando su padre la descubrió en esta labor, le preguntó por el contenido de lo que transportaba, a lo que ella contestó que rosas. Al extender la  falda fueron rosas lo que aparecieron. (En la escena las rosas van en unas bandejas en donde se transportaba las viandas para los prisioneros).

Producto de una grave dolencia y ante la poca pericia de los médicos de su padre, la lleva a las aguas milagrosas de San Vicente por Castilla. En el camino, en Burgos, recibe el bautismo y marcha luego a los lagos de San Vicente. Una vez curada, decide consagrar su virginidad a Cristo pasando el resto de sus días en soledad dedicada a la oración y a la penitencia. Murió de edad avanzada y fue sepultada en la ermita que ella mandó construir, que muy pronto se convirtió en un lugar de peregrinación. Estos hechos son los que los alumnos y alumnas han interpretado en su puesta en escena.

Enhorabuena a los actores, al cuerpo técnico, a Cocha y Elena, al ayuntamiento y, como no, a los espectadores que han hecho posible que la obra se interprete varias veces. Feliz tarde de teatro en la semana del libro. Feliz Feria del Libro a todos.