Un año más, los fontaniegos y fontaniegas vamos de cabeza al carnaval. Desde hace semanas andamos con el carnaval en la cabeza. O con la cabeza en el carnaval, que viene a ser lo mismo. Igual que hacían nuestros antepasados desde nadie sabe cuánto tiempo atrás. Porque al carnaval de Fuentes no se le puede datar en el tiempo ya que carecemos de fuentes escritas u orales que nos sitúen su origen. Seguramente sería a lo largo del S. XIX cuando fuera tomando mayor trascendencia pues fue en este siglo donde se hizo extensiva su celebración entre la burguesía española que la hacía en espacios privados arropándola con música, bailes y disfraces altisonantes semejantes a los que las clases altas vestían en épocas anteriores.

Las clases populares utilizan las calles como espacio por excelencia y celebraban el carnaval en ellas. La gente se disfraza con ropas pobres, según su estatus social, y usa la música popular porque la fiesta no se concibe sin la música, de igual forma que no se entiende sin el disfraz. La música está relacionada con la sátira y la crítica. Las murgas y comparsas que recorren las calles satirizan con sus canciones situaciones culturales o políticas del momento o ponen de relieve hechos ocurridos recientemente de una forma ridícula. El carnaval, disfraz y murgas, trasgreden el orden social establecido. Así usamos el dicho “en carnaval todo pasa...”.

En épocas de opresión y pérdida de libertades constituía una válvula de escape para saltarse a la torera los cánones impuestos por la sociedad, la religión, la autoridad y no respetar las normas establecidas. En la actualidad, el carnaval se ha convertido en una fiesta popular de carácter lúdico, como una celebración pública que combina algunos elementos como disfraces, desfiles y fiestas en la calle, sin los que no se entiende porque es la expresión por excelencia de la manifestación del carnaval.

En Fuentes, desde hace muchísimos años, tantos que la memoria se nos pierde, en el mes de febrero o principios de marzo, según cuando caiga la primera luna llena de la primavera, se celebra esta fiesta popular basada principalmente en cuatro pilares fundamentales: el Jueves Lardero, las máscaras, las murgas y los disfraces con su baile.

En los años del primer cuarto del siglo XX el carnaval fontaniego, como el de otros muchos lugares de la geografía española, se caracterizaba por la presencia en las calles y plazas de gran cantidad de máscaras vestidas con ropas variopintas que daban un colorido especial a la Carrera, por donde discurría el pasacalle de las personas de paisano mezcladas con las personas enmascaradas. Estas últimas con su característica cantinela de “no me conoces”, dicha con voz de falsete para no ser reconocidas. Van en solitario, en pareja o en grupo.

Tras la guerra civil española y la llegada de la dictadura franquista se prohibieron los carnavales en toda España para evitar que con el uso de los disfraces se pudieran cometer actos violentos o críticos con el régimen. También motivado por la influencia de la Iglesia, que se oponía a toda acción que fuera considerada impura o fuera de los principios que regían a una colectividad retrograda y en contra de las libertades individuales y colectivas. Sin embargo, en algunos lugares como Cádiz o Canarias, el régimen franquista tuvo que permitir los carnavales, pero denominándolos fiestas de primavera. En Fuentes se toleraron, aunque en contra de las directrices mantenidas por las autoridades provinciales.

Las máscaras siguieron llenando la Carrera y transgrediendo las normas establecidas. Los hombres se vestían de mujeres, las mujeres de hombres, las niñas de viejas, las viejas de jóvenes... Había un tipo de máscara muy significativo y singular, que se ha mantenido a lo largo del tiempo: la vestidas con colchas. El hombre o mujer sólo utilizaba tres elementos para vestirse, una colcha de la cama, una almohada para deformar el cuerpo y un trapo al que se le hacían tres orificios, dos para los ojos y otro para la boca y ya estaba lista para salir a la calle.

La llegada de la democracia haría variar el tradicional carnaval. En el primer ayuntamiento democrático fue concejal de festejos Justo “el Parro” y comenzó por hacer un concurso de disfraces. Las personas disfrazadas pasearon una tarde-noche por el paseíto de la Plancha y allí se otorgaron los premios a los disfraces mejor hechos y más caracterizados. De los pocos disfraces que se presentaron se premió como el mejor a un disfraz de payaso. A partir de este año se comenzó a hacer el baile de disfraces por la noche. Primero fue en la Casa de Cultura, en donde está la biblioteca. Después se trasladó al cine Avenida, que ya no funcionaba como cine, y por último se pasó al salón de la Huerta. En los primeros años las personas disfrazadas, que eran muchas, se paseaban por la calle Mayor y la gente asistía para ver los disfraces hasta ciertas horas de la noche. Fue una verdadera explosión de creatividad de los disfraces, pues los grupos se hacían los trajes y se competía en originalidad, imaginación e inventiva.

El uso del disfraz se hizo cada vez más popular y sobre todo entre los adolescentes y jóvenes, que obtuvieron en el traslado de la fiesta del carnaval a la noche una justificación importante para pasar las noches de los dos sábados, carnaval y piñata, en el baile hasta altas horas de la madrugada.

Con la generalización del disfraz, la presencia de las máscaras en las calles los días de carnaval disminuyó considerablemente y quedó casi reducida a un testimonio del antiguo carnaval. La mayor parte de las pocas máscaras que recorrían la Carrera estaban personalizadas por gente mayor y, lo que era más triste, los que no se vestían pero eran espectadores de ellas tampoco acudían a sus paseos por esta emblemática calle de nuestro carnaval. Hubo unos años que la Carrera en los días de carnaval aparecía casi desierta y había más máscaras que espectadores.

Los amantes del carnaval empezaron a preocuparse y desde el ayuntamiento se crearon comisiones en defensa del carnaval local desde donde salieron nuevas iniciativas para potenciarlo. Así se establecieron premios de máscaras, los lunes de carnaval, a la más original y al grupo mejor y los martes, a la mejor y más original vestida de colcha, típica máscara fontaniega.

Hubo un año, cuando el mercadillo se ponía los martes y sábados en la calle Mayor, junto al mercado de abastos, que un grupo de máscaras pusieron un mercadillo en la acera de enfrente, fachada de José Luis Escalera y antigua caja de ahorros y el éxito fue tan grande que desde ese mismo año el ayuntamiento instituyó el martes por la tarde, la tarde del mercadillo carnavalesco.

Otro año, la comisión de carnaval propuso la quema del entornao el domingo de piñata. Desde ese año el entornao, acompañado de máscaras vestidas de viudas que lloran desconsoladas su pérdida, dirige su pasacalles por la Carrera hasta la explanada de la feria, al que se unen las murgas, comparsas y los ganadores de los premios que a lo largo de todo el carnaval se conceden.

Un impulso importante es el que se da al carnaval desde los centros de enseñanza. Todos los niños salen un día con sus desfiles desde su centro educativo y recorren las calles de su entorno, pasando obligatoriamente por la Carrera. El carnaval sigue vivo entre los fontaniegos y por ello tiene el renombre de fiesta de interés turístico de Andalucía.