A veces dudo si lo que escribo interesa a los demás, si solo escribo para mí, para satisfacer mi ego, para demostrarme a mí misma que soy inteligente o que sé expresarme o que me consuela decir públicamente lo que pienso a los cuatro vientos. A veces tengo la sensación de que nadie lee mis artículos, que toco temas que no interesan, que vivo en una realidad paralela, ajena al común de los mortales.

No puede ser, piensó otras veces. Todas tenemos intereses comunes por los que preocuparnos y por los que luchar. Siempre hay ahí fuera gente dispuesta a leer no ya mis artículos, sino las opiniones de un periodista, de expertas y expertos que nos informan de lo que ocurre realmente en el mundo, de cómo nos manipulan y nos crean necesidades ajenas a nuestro verdadero bienestar y tranquilidad.

Estos días, y esto sí me parece importante, un grupo de mujeres, entre las que me encuentro, de diferentes edades e intereses, nos hemos unido en la reivindicación de algo que consideramos un derecho, un camino para nuestro desarrollo personal en un pueblo donde pocos espacios existen para la convivencia, si no es el bar. No pretendemos crear una polémica, que otros se han encargado de airear. Solo que desde hace un año venimos pidiendo, exigiendo incluso -la normativa de la Junta nos ampara- la ampliación del horario el Centro de Participación Activa (Hogar del pensionista) así como la convocatoria de una asamblea del mismo centro para hacer cumplir la normativa. Queremos un hogar más vivo y participativo.

Soy consciente de que este artículo será tergiversado, que se interpretará de formas diversas según los intereses de cada cual, pero no me importa. A estas alturas de mi vida son pocas cosas las que me afectan personalmente, si no es algo relacionado con mis principios y compromisos conmigo misma. Sé que causas como las que reivindico aquí son pequeñas al lado de las grandes tragedias que asuelan el mundo: guerras, cambio climático, desigualdad cada vez más profunda, pero es poco a poco, cada una en su rincón, como se puede contribuir a conseguir un mundo algo mejor, algo más alegre y merecedor de ser vivido.