Los que peinamos canas recordamos a una señora guiri que salía en la única tele que había allá por los años setenta. Herta Frankel, una abuelita austriaca muy simpática, triunfaba con su perrita Marilín, la marioneta ñoña de un caniche. Durante la transición triunfaron también Roquefeler y su muñeco José Luís Moreno y Mari Carmen sin apellido, con Doña Rogelia. Cambiaron muchas cosas a medida que renacía la democracia en España, pero no los que de verdad moviesen los hilos. En esa misma época triunfaba en los cines de medio mundo “El Padrino”. Vito Corleone le confesaba a su hijo Michael que toda su vida se había negado a ser la marioneta de nadie, por eso quería que algún día fuese él quien manejase los hilos de la política, del dinero, del poder.

Hoy día los “ventrílocuos” de la política siguen en activo, no les importa que se les lean los labios porque, aunque todo el mundo sabe que son ellos los que hablan y no su títere, a nadie parece importarle. Los y las muñecas de hoy día ocupan toda la ciber-cartelería electoral con tuits, post y reels (todo muy “anglosajónico”), pero las estrategias, los discursos hueros, las frases grandilocuentes y las desmemorias las maneja otro. La sombra de moda que más pesa hoy en Madrid, y que aspira a ser pesadísima en todas partes, es tan invisible como Harvey, aquel conejo de dos metros que sólo podía ver un James Stewart alcohólico en una película memorable.

El susurrador de caballos y carreras electorales, Miguel Ángel Rodríguez, nunca habla para los medios pese a ser comunicólogo, propagandista, pregonero o rapsoda, según se mire. Eso sí, sabe desviar la atención como nadie. ¿Qué le importarán los problemas de vivienda, sanitarios, de educación o las residencias de mayores de Madrid a los madrileños? A ellos sólo les tiene que importar el gobierno de rojos-terroristas-bolivarianos que está destrozando ”¡Spaña!”. Con el paso del tiempo ha cumplido el mismo sueño de los Corleone al convertirse en el que maneja los hilos de Ayuso, monigote aventajada, que sabe repetir los argumentarios del artista del guiñol Rodríguez.

No es que haya inventado el Cola Cao, pero sigue al dedillo el “libro rojo” de Steve Bannon (la mano que mecía la cuna de Donald Trump). La herramienta para lograr sus fines ultra-neoliberales es mentir, mentir sin pudor, mentir pensando que los ciudadanos son estúpidos, eso sí, a la manera castiza. Como en el viejo teatro, Díaz Ayuso tiene un apuntador, por si olvida el mensaje, dicen las malas lenguas que por eso casi siempre lleva pinganillo.

Rodríguez está dispuesto a dinamitar todo lo que se le ponga por delante con tal de que su “jefa” consiga ser presidenta del gobierno, no de Madrid que es “España dentro de España”, sino de una España fuera de sí, que cree que vamos camino de ser Corea del Norte, que ETA sigue viva y que la libertad consiste en tomar cervecitas en terracitas. El dúo de fantoche y ventrílocuo ya convirtieron en cadáver a Pablo Casado que contaba con Aznar como marionetero, aunque seguro que lo niega todo. Normal, sigue diciendo que había armas de destrucción masiva en Irak. Ahora la pieza de caza mayor que hay que abatir no es Sánchez, sino Feijoo, que francamente, no sé si es que no se entera o si es tan hábil que la que no se ha enterado de nada es Ayuso, perdón Rodríguez.

Nunca ganar unas elecciones debería justificar todo, pero no es el único caso de “mandos a distancia“ en la política. Debería abrirse un museo de jarrones chinos que se llamase “¡Y por qué no te callas!”. Esto del poder debe enganchar mucho. Algunos no superan el mono nunca. No sabemos las llamadas a deshoras que hacen los ex políticos a sus sucesores tratando de influir en ellos. Lo que sí sabemos, se nota mucho, es el intento de influir de los Aznares y Rajoys, Zapateros, Alfonsos Guerras, Pablos iglesias y Monederos. De Jordi y los Pujolitos no tenemos noticias ¡Ah, con lo bien que lo manejaba todo esa familia! Felipe González parece haberse serenado mucho en los últimos tiempos. De Albert Rivera no sabemos nada, además no sé en qué o a quién podría influir, “todavía huele a leche”.

Ahora bien, si hay alguien invisible que mueve los hilos, resortes y palancas que haga falta, ese es el poderoso caballero Don Dinero. Sus propietarios son mucho más grandes, fuertes, agresivos, mentirosos e influyentes que ningún conejo cinematográfico. Igual soy un estúpido, pero a mí me gustaría mover los hilos junto a millones de ciudadanos. Creo que a eso le llaman democracia. “A distinguir me paro, las voces de los ecos, y escucho solamente, entre las voces, una” (Antonio Machado)